La pandemia ha puesto de relieve la fragilidad del sistema con consecuencias que se prevén de larga duración, provocando secuelas a varias generaciones y, muy especialmente, a los sectores y poblaciones más desfavorecidas.
Los índices de pobreza relativa en España también son alarmantes: el 22,9% se encuentra en esta situación. En cuanto a la pobreza infantil, el país se sitúa en el tercer puesto de la Unión Europea, pues uno de cada 3 menores (30% de la infancia) se encuentra en situación de pobreza.
España es el segundo país de la zona euro con mayor tasa de paro (15,3%, duplicando la tasa de la zona euro) y el primero en desempleo juvenil (36,9%). Por otro lado, el país tiene la mayor tasa de temporalidad europea y cerca de 2,5 millones de personas empleadas no pueden cubrir sus necesidades básicas.
En cuanto a la situación educativa, España abandera la tasa de abandono educativo con un 16%, lejos de la media europea del 10,2%. Esto compromete seriamente el futuro de la juventud y la sociedad en su conjunto. La intervención en la educación desde edades tempranas es indispensable como elemento de prevención del abandono escolar.
A este contexto se le suma la desigualdad. España es el tercer país más desigual de la Unión Europea, lo que tiende a erosionar los pilares de la democracia: la movilidad social intergeneracional y la igualdad de oportunidades. La desigualdad provoca un aumento de la inestabilidad, una menor participación política, falta de confianza en las instituciones y una mayor radicalización y violencia, lo que debilita y amenaza la cohesión social.
El actual panorama español pone de relieve el reto multidimensional que requiere tomar medidas urgentes de profundo calado y poniendo en el centro a las personas para que nadie se quede atrás.