Marcado por el contexto internacional, Portugal ha tenido que hacer frente a las consecuencias de la pandemia y el aumento de los precios de la energía y los alimentos provocada por la inflación generalizada por la invasión de Ucrania. Algunos mecanismos como la “excepción ibérica” han reducido significativamente el impacto, a pesar de que las poblaciones vulnerables son especialmente sensibles a este aumento de los precios.
La tasa de desempleo se encuentra por encima de la media de la eurozona, situándose en un 6,8 %. Además, debido a la elevada inflación observada, los salarios reales disminuyeron por primera vez desde 2013 y de forma muy pronunciada, en particular entre los jóvenes cualificados.
En materia educativa, sigue preocupando la pérdida de aprendizaje ocasionada en la crisis de la COVID-19, equivalentes a algo más de la mitad del progreso previsto durante un año escolar. Además, que las pérdidas son superiores a matemáticas y ciencias, son similares en todos los niveles de enseñanza y son persistentes a lo largo del tiempo.
Los jóvenes tienen grandes dificultades de acceso a la vivienda. Más del 50 % de ellos viven con sus padres, el segundo mayor dato de la Unión Europea. Además, es uno de los cinco países con mayor tasa de desempleo juvenil, situándose en el 20,9 %.
En materia climática, Portugal se enfrenta a un aumento generalizado de las temperaturas, con constantes episodios de altas temperaturas. A ello se le añade una sequía histórica, que pone en peligro la producción de alimentos en el interior del país.