El Salvador es el país más pequeño de Centroamérica y el más densamente poblado. Tras superar una cruenta guerra civil mediante la firma de un acuerdo de paz en 1992, la violencia y las desigualdades persisten y obstaculizan su desarrollo.
Las personas se ven condicionadas por la vulnerabilidad económica, que limita sus oportunidades de progresar y, en muchos casos, les obliga a desplazarse o migrar. El 26,6% de los hogares se encuentra en situación de pobreza. De estos, el 8,6% vive en situación de pobreza extrema. La situación más grave está en las zonas rurales.
En El Salvador, distintas zonas geográficas están controladas por pandillas, también llamadas maras. Esta situación afecta gravemente a la población, en especial, a la infancia, la juventud y las mujeres que ven violados derechos fundamentales como la vida, la integridad física, la libertad y la propiedad. Por otro lado, la violencia contra las mujeres y niñas está normalizada, aunque suponga graves daños físicos y/o psicológicos, pues sufren amenazas, agresiones físicas, acoso, etc.
La escuela pública no logra consolidarse como un pilar para el desarrollo de la infancia y la juventud. Los principales retos son avanzar en la cobertura educativa de la primera infancia, mejorar la calidad en todos los niveles y lograr una escuela libre de violencia.
La crisis de los recursos hídricos en términos de calidad, cantidad y acceso tiene sus causas en la mala gestión del agua (contaminación y sobreexplotación) y en la falta de políticas que aseguren la buena gobernanza en el sector.
La alta degradación ambiental y la extrema variabilidad climática compromete el desarrollo sostenible del país a medio y largo plazo. Son especialmente notorios los cambios en patrones de lluvias, sequias, incrementos de temperatura, amenazas a la biodiversidad y el surgimiento de enfermedades endémicas.