El hambre y la desigualdad de género se entrelazan de forma crítica, dejando a mujeres y niñas en una posición de vulnerabilidad extrema, según el Global Hunger Index (GHI) 2024. Este informe anual, además de actualizar el índice del hambre en el mundo, realiza este año un análisis sobre la variable de género, donde se destaca que la discriminación y la violencia de género están agravando la inseguridad alimentaria, impidiendo que las mujeres accedan a recursos básicos como alimentos y tierras. Este informe es elaborado por WHH y Concern Worldwide y traducido por Ayuda en Acción.
A menos de seis años de la meta de alcanzar el objetivo de hambre cero para 2030, las perspectivas son desalentadoras. Según los datos del GHI 2024, la puntuación mundial es de 18,3, solo ligeramente inferior a la de 2016, que se situaba en 18,8. Para el director de Incidencia de Ayuda en Acción, Alberto Casado, esto refleja una “parálisis en la lucha contra la reducción del hambre”. “Al ritmo actual, el mundo no alcanzará niveles bajos de hambre hasta el año 2160, lo que supone un retraso de 130 años respecto a los compromisos internacionales”, valora Casado.
Según los datos del GHI 2024, hasta 42 países enfrentan niveles alarmantes o graves de hambre, con países como Somalia, Yemen o Chad sufriendo los mayores niveles de malnutrición y subalimentación. En África Subsahariana, la región con los niveles de hambre más elevados, el progreso ha sido prácticamente nulo desde 2016, mientras que en América Latina y el Caribe, los niveles de hambre han empeorado debido al aumento de la inflación alimentaria y las condiciones de deuda extrema.
Además, los conflictos prolongados en regiones como Gaza y Sudán han desencadenado crisis alimentarias sin precedentes, y en otros lugares, como Haití y la República Democrática del Congo, la inseguridad alimentaria se ha agravado por la inestabilidad política, la violencia y los impactos climáticos.
La brecha de seguridad alimentaria alcanza los 19 puntos entre hombres y mujeres en algunas regiones
En medio de esta alarmante realidad, la desigualdad de género juega un papel crucial. Mujeres y niñas son las más afectadas por la inseguridad alimentaria. Los estudios muestran que, en algunas regiones, la brecha de seguridad alimentaria entre hombres y mujeres puede llegar a ser de hasta 19 puntos porcentuales, siendo las mujeres las que se encuentran en una situación más propensa a padecer hambre. Esta situación es aún más crítica en países afectados por conflictos, donde las mujeres que viven en pobreza, en áreas rurales, con empleos informales o que son refugiadas o migrantes, enfrentan riesgos adicionales y mayores barreras para acceder a alimentos.
El cambio climático ha intensificado aún más las dificultades para las mujeres, que son responsables en gran medida del trabajo agrícola y la alimentación familiar. “Las sequías, las inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos obligan a muchas mujeres a recorrer mayores distancias para obtener agua o buscar alimentos, lo que incrementa su carga de trabajo y les deja menos tiempo para cuidar de su propia nutrición o la de sus familias. A su vez, las políticas agrícolas y financieras continúan ignorando las profundas desigualdades de género que subyacen en los sistemas alimentarios, perpetuando un ciclo de pobreza y malnutrición”, añade Pilar Lara, del equipo de incidencia de Ayuda en Acción y con trayectoria en trabajos con perspectiva de género.
"Las mujeres sí podemos"
Martiza Flores ha vivido esto en primera persona. Es del municipio de Masahuat, una zona muy rural de El Salvador, donde en torno a la mitad de la población vive en condiciones de pobreza severa. Hasta hace cinco años, su acceso a las hortalizas se limitaba a una vez a la semana, cuando pasaban con un carro a venderlas cerca de su comunidad. Para comprar alimentos, toda la familia dependía del dinero que conseguía su marido, que en muchos meses no era suficiente. Hace cinco años, en el marco de un proyecto de Ayuda en Acción, Maritza empezó a trabajar en la producción de hortalizas ecológicas. “Ahora, si necesito un tomate o un pepino, no tengo más que salir de casa para poder tenerlos. Nuestra vida ha cambiado mucho y vendemos las hortalizas a las comunidades y a pueblos cercanos. Además, es una muestra de que las mujeres sí podemos”, relata Maritza.
“Es urgente priorizar a las mujeres en la agenda global”
Ante esta situación, la justicia de género es un pilar fundamental para lograr la seguridad alimentaria y la resiliencia climática. Esto implica no solo el reconocimiento de las diferentes necesidades y situaciones de vulnerabilidades que afrontan las mujeres, sino también la redistribución equitativa de recursos y la representación igualitaria en los procesos de toma de decisiones. La falta de participación de las mujeres en la política alimentaria a todos los niveles limita el impacto de las medidas actuales, dejando a gran parte de la población femenina sin las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos que les afectan directamente.
“El hambre global no se resolverá sin abordar la desigualdad de género”, concluye Lara. “Las mujeres no solo son víctimas de esta crisis, sino también agentes esenciales de cambio en la producción y distribución de alimentos. Su empoderamiento es crucial para construir sociedades más resilientes frente a las crisis alimentarias”, añade.
Casado, por su parte, incide en las recomendaciones políticas que lanza el informe, que implican incorporar la perspectiva de género en las políticas alimentarias. “Las inversiones públicas deben enfocarse en mejorar el acceso de las mujeres a los servicios básicos, promoviendo una distribución equitativa del trabajo y de los recursos dentro de las comunidades. También hay que incorporar el enfoque de género en todos los marcos legales y programas. Sin una inversión significativa en estos sectores, las mujeres seguirán siendo relegadas a una posición de desventaja, y los esfuerzos por reducir el hambre serán insuficientes”, insiste.
En último lugar, Lara pone en valor la importancia de la propia participación de las mujeres en la formulación de políticas alimentarias: “Empoderar a las mujeres es crucial para que puedan ser actores clave en la producción y distribución de alimentos”.
GHI, un índice anual de la plataforma internacional Alliance2015
El Índice Global del Hambre es una herramienta diseñada para medir y rastrear de manera integral el hambre y comparar los niveles de hambre entre países y regiones. El GHI se publica anualmente desde 2006 inicialmente por el IFPRI y Welthungerhilfe, desde 2007 también por Concern Worldwide y desde 2018 por Welthungerhilfe y Concern Worldwide, en el marco de la plataforma internacional Alliance 2015, de la que forma parte Ayuda en Acción.
También puedes consultar en nuestra web el resumen y el poster del GHI 2024.