En nuestro último viaje a Uganda, pudimos constatar uno de los grandes problemas de la educación en África en general: el alto ratio de alumnos por curso. La falta de medios para construir escuelas es una de las principales razones que obliga al hacinamiento de los alumnos en sus clases.
En Adjumani, la región en la que se emplaza esta escuela, la falta de profesorado es alarmante. Es una de las razones por las que nos encontramos con semejante ratio de alumnado. Ampliar la plantilla de profesores y profesoras es una tarea difícil, ya no solo por la insuficiente inversión por parte del Estado, sino también por la dificultad de enseñar en esas condiciones. El Ministerio de Educación tiene contratados a 648 profesores/as para 52.604 alumnos/as matriculados. Esto se traduce en un ratio de 81 alumnos para cada profesor.
El esfuerzo titánico que implica enseñar a tantos niños de forma simultánea y la frustración de no poder dedicar a cada niño la atención que necesita, se unen a los bajos salarios y lo poco atractivo que son los destinos rurales. Si bien el gobierno local construye casas para albergarlos, la realidad es que recién iniciado el curso todavía existen aulas sin profesores en las áreas rurales de Uganda.
Unna Central, construyendo oportunidades
En el cole de Unna Central nos encontramos con que los niños y niñas apenas podían moverse entre las sillas y mesas, no tenían materiales para todos: en pupitres diseñados para dos, había hasta cuatro alumnos. Las clases que vimos tenían más de 80 colegiales cada una y eso, si se junta con las altas temperaturas de la zona, hacía que atender fuera más que complicado.
Sobra decir que en muchos lugares del mundo, ir a la escuela no es una prioridad para las familias. A veces, ni siquiera lo es para el propio alumnado, que muchas veces aprovecha el descontrol que supone el hacinamiento del que hablamos, o los ratos de recreo, para escaparse a realizar otras tareas. Por eso, para tener a los chicos y chicas controlados y además, seguros dentro del recinto escolar, Ayuda en Acción está construyendo una valla alrededor del terreno del colegio. Esto permitirá al profesorado controlar mejor a los pequeños, para que no se pierdan o escapen, y además, mejorará las condiciones de seguridad en la escuela, un recinto que no debería ser peligroso en ningún lugar del mundo.
Niñas y niños refugiados
La presencia de niños y niñas refugiados tensiona además los precarios servicios educativos. Es común encontrar a niños/as de Sudán del Sur en las aulas de Adjumani. Por ley tienen los mismos derechos a recibir la misma educación que cualquier otro niño/a de Uganda. Es algo que se vive con relativa calma en la población, pero merma todavía más la calidad de la educación: gran parte del alumnado refugiado no habla inglés ni madi (la lengua local) y eso dificulta todavía más la enseñanza.
Las niñas, integradas en el sistema educativo
En Adjumani solo el 65% de los niños de 10 años lee y escribe, muy por debajo de la media nacional del 88%. Si hablamos de niñas, la cifra es aún más alarmante: solo un 53% de niñas saben leer y escribir, frente al 78% de niños.
Y es que a medida que van creciendo, la asistencia a clase de las niñas se complica, más aún en la adolescencia, cuando sus cuerpos comienzan a cambiar. Muchas niñas dejan de venir al colegio por no tener acceso a unas estructuras adaptadas a sus necesidades. Conscientes de las dificultades y los peros que entraña ir a clase para ellas (y sus familias), estamos apoyando en el mismo centro (Unna Central) la construcción de letrinas y vestuarios para ellas. Con unas estructuras pensadas para ellas, es posible garantizar la intimidad que necesitan para su higiene personal.