En la Bahía de Sechura, en Perú, la pesca se ha convertido en la base del emprendimiento femenino. El arduo trabajo de pescadores, acuicultores y maricultores impulsa la economía local y nacional. Porque, además de las industrias a gran escala, se mueve otro tipo de comercio que subsiste con la pesca, donde decenas de mujeres transforman estos insumos en arte culinario. Loyola es una de ellas, que, por unos minutos, dejó de lado las ollas y salió de su cocina para compartir su experiencia.
Así inició el emprendimiento de Loyola
Hace 20 años, el caserío de Playa Blanca, en Sechura, ganó a una mujer luchadora, pujante y con muchas ganas de salir adelante. Su nombre es Loyola Reátegui, quien a sus 45 años no deja de soñar. Como muchas personas, junto a su esposo, decidieron salir de su lugar natal, la provincia de Huallaga en San Martín, en busca de oportunidades.
“Dejar a tu familia no es fácil, pero vale la pena cuando es por algo mejor. Mi esposo empezó vendiendo pescado y luego se convirtió en pescador. Por mi parte, igual, trabajé en todo lo que apareció, y así fuimos avanzando”, cuenta Loyola.
Con un par de mesas y sillas, Loyola instaló un pequeño puesto de comida en la puerta de su casa. Sin experiencia, como dicen, se lanzó al mar. Pero tanto fue su deseo de superación que, en el camino, se las ingenió para mejorar sus preparaciones.
Sechura Recupera, un proyecto que impulsa el emprendimiento
Loyola conoció el proyecto Sechura Recupera, implementado por la Fundación Ayuda en Acción Perú y ANFACO-CECOPESCA, con la colaboración de CETMAR, y financiado por la Xunta de Galicia. Se trata de un proyecto que es parte de la línea estratégica Oportunidades de negocios sostenibles que busca mejorar el acceso a oportunidades, generar empleo e ingresos sostenibles, bajo un enfoque social y ambientalmente responsables.
“En este proyecto, trabajamos con familias vulnerables, afectadas por la crisis sanitaria de la COVID-19. Se trata de promover la empleabilidad de esos hombres y mujeres para que diversifiquen sus fuentes de ingreso con el mejoramiento de sus emprendimientos. Así, contribuir a la recuperación de sus medios de vida y seguridad alimentaria”, explica Clara Mendoza, coordinadora de proyectos cofinanciados de la mencionada línea estratégica.
Nada fue más grande que las ganas de aprender de Loyola, que decidió participar de los talleres de gastronomía. En poco tiempo pasó de preparar solo ceviche a una amplia lista de platos de la zona muy bien elaborados. De hecho, cuando se le pregunta sobre su carta, ella directamente nos hace una invitación al paladar. Un arroz con mariscos, una causa acevichada o una sopa de langostinos son hoy sus recomendaciones de la casa.
Loyola y su sueño de emprender
Su restaurante “Yoly Reátegui” lleva funcionando tres años. Inició poco antes de la pandemia y hoy es una emprendedora neta que, además, participa de otros proyectos como las ÚNICAS. Ella y otras 18 mujeres son parte de un proyecto que promueve la cultura del ahorro en zonas de productores locales para aumentar la capacidad productiva y mejorar su economía. De esta manera, obtuvo un préstamo para mejorar su local e implementarlo.
Loyola dice que no se imaginó que, 20 años después, la mujer que vino con solo ilusiones bajo el brazo, alcanzaría todo lo que hoy tiene. Ha logrado no solo cumplir sus propias metas sino ser parte de la economía local promoviendo trabajo, sumando al atractivo turístico de la zona y compartiendo conocimiento con otras mujeres.
“Estoy muy contenta porque, además de demostrar lo que puedo alcanzar, soy una mujer empoderada, independiente económicamente, con mucha confianza en mí, seguridad y autoestima”, resalta orgullosa.
Su clientela no pueden esperar, es momento de que Loyola regrese a la cocina a seguir aplicando su magia en cada una de sus recetas y sazonando los sueños que, día a día, persigue incansablemente.