La educación en Bolivia en los últimos 15 años se ha encaminado a la alfabetización (98% de la población escolar) e inversión en infraestructura y equipamiento. Sin embargo, no se ha invertido lo suficiente para mejorar la calidad educativa o desarrollar capacidades tecnológicas, digitales y de inteligencia emocional. Las infraestructuras todavía no están adaptadas para generar oportunidades que redunden en el desarrollo productivo del país.
La población joven que estudia secundaria no encuentra oportunidades de empleo porque desconoce el potencial del territorio. No hay una oferta académica técnica ni incentivos del entorno. Por lo general, la juventud se mueve entre lo rural y lo urbano buscando oportunidades que muchas veces no encuentra y asumiendo empleos informales o no cualificados.
Si bien ha habido avances en lo productivo, Bolivia todavía enfrenta grandes retos: alta vulnerabilidad al cambio climático, baja tecnificación y una débil capacidad asociativa entre productores/as. Hay bajos niveles de productividad y calidad, por lo que los productos tienen poca competitividad en los mercados. Persiste, además, una injusta distribución de los beneficios en las cadenas de valor.
En Bolivia el derecho a la protección y a vivir libre de violencia todavía no es una realidad. En los últimos años el entorno familiar, escolar y comunitario se han convertido en lugares más peligrosos para el desarrollo de la infancia, ya que la violencia procede en su mayoría de su propio entorno. La violencia de los hogares se reproduce en las escuelas, agudizando la situación de violencia. La forma de trabajo con niñez y adolescencia incentiva la competencia y no la convivencia pacífica, naturalizando formas violentas de relacionarse.