La inteligencia artificial (IA) podría estar inadvertidamente ampliando las brechas existentes entre el Sur Global y el Norte Global. A pesar de que se ha aludido a la IA para plantear soluciones innovadoras a problemas como la pobreza, el cambio climático o la salud, su desarrollo y aplicación están altamente concentrados en los países del Norte Global, lo que agrandaría la brecha global ya existente.
Este problema, así como de sus soluciones, se ha tratado en los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco (UIK) bajo el título ¿Inteligencia artificial para la innovación social? Más allá del ruido de los algoritmos y la dataficación. Las jornadas, celebradas los días 2 y 3 de septiembre, fueron organizadas por Ayuda en Acción, en colaboración con Nous Cims. Las conclusiones del curso advierten de que las amenazas que hoy presenta la IA podrían agravar las desigualdades globales. Asimismo, se expuso que las organizaciones de la sociedad civil como Ayuda en Acción deben velar por la justicia digital global y para que estas tecnologías disruptivas pueden generar un impacto positivo en el sur global, siempre que se tengan en cuenta sus propios itinerarios de desarrollo.
Inteligencia artificial, un problema de acceso desigual a la tecnología
El primer problema es el acceso desigual a la tecnología. La capacidad de desarrollar y utilizar tecnologías de IA requiere de una gran infraestructura tecnológica, capital humano altamente capacitado, la calidad y acceso a grandes cantidades de datos. Estos recursos están concentrados en unos pocos países, lo que limita las oportunidades para aquellos que se encuentran en el Sur Global.
Estas tecnologías también presentan otros riesgos, como el aumento de la vigilancia en regímenes autoritarios o conjuntos de datos sesgados que pueden conducir a violaciones de la privacidad y a discriminación basada en la identidad. Esto es especialmente relevante para los países de ingresos bajos y medios, ya que el debate sobre los límites de la IA se ha centrado en América del Norte y Europa Occidental. Como resultado, las tecnologías desarrolladas por y para economías avanzadas pueden ser inadecuadas para países con economías menos desarrolladas. Por lo tanto, los límites éticos que se establezcan deben basarse en principios verdaderamente universales.
Las nuevas tecnologías pueden impulsar un cambio social positivo
“El impacto de la inteligencia artificial en comunidades vulnerables no solo redefine las dinámicas sociales, sino que también plantea profundas implicaciones éticas. Debemos asegurarnos de que la digitalización no amplíe las brechas de desigualdad, sino que sea una herramienta para fortalecer la cohesión social y la equidad”, explica Igor Calzada Múgica, investigador principal de Ikerbasque-UPV/EHU, durante su intervención en el curso organizado por la UIK y Ayuda en Acción, en colaboración con Nous Cims. Jaime Díaz, responsable de Innovación de Ayuda en Acción, destaca por su parte que “la IA puede desempeñar un papel fundamental en los desafíos actuales, como los sociales y ambientales. Sin embargo, si estos avances solo benefician a una parte del mundo, las desigualdades se acentúan. Para evitarlo, es esencial escuchar y contar con los itinerarios de desarrollo de la población en condición de vulnerabilidad utilizando metodologías de innovación social”, añade.
En esta misma línea, Connor Spellicy, director ejecutivo de Decentralization Research Center en Toronto, indica las tecnologías descentralizadas presentan una oportunidad clave: "las nuevas tecnologías pueden impulsar un cambio social positivo sin agravar la disparidad entre el norte y el sur global. La clave está en las tecnologías descentralizadas, que se están adoptando con éxito en el sur global. Sin embargo, me preocupa que la regulación favorezca las tecnologías centralizadas, perpetuando la concentración de poder".
"Las tecnologías no son una solución mágica; su impacto depende de cómo y por quién se usan. Es crucial diseñar la inteligencia artificial con criterios éticos para empoderar a las comunidades, especialmente a las mujeres, y asegurar que las soluciones tecnológicas sean accesibles y relevantes para las realidades locales, evitando perpetuar desigualdades”, comenta Ayona Datta, profesora de la London College University.
Según Iban Askasibar, coordinador de Innovación en Ayuda en Acción, la colaboración entre academia, tecnológicas y sector social es necesaria para que las herramientas digitales desarrollemos garanticen la equidad digital, la protección de la información, el impacto social, etc. En el curso de verano se presentó la plataforma de innovación abierta www.designingopportunities.org, iniciativa que identifica y publica retos sociales de las comunidades más vulnerables, conectándolos con soluciones propuestas por una comunidad global. “Queremos aprovechar todas las opciones que nos proporcionan las tecnologías emergentes para hacer de este un proyecto más grande y con más alcance, aunque garantizando que sea de forma justa, sostenible y respetuosa con los derechos, incluidos los digitales”.