Un total de 261 familias y 11 mujeres jóvenes emprendedoras en 16 comunidades del Chaco Chuquisaqueño boliviano conocen bien el valor de una abeja. Estos insectos no solo producen miel, sino también oportunidades. Más allá de endulzar el desayuno diario de los vecinos y vecinas de las comunidades, su miel está tejiendo el futuro de cientos de familias y revitalizando la economía local. Gracias a su labor incansable de polinización, los cultivos de la región florecen, lo que se traduce en más alimentos y mejores cosechas. Pero, además, la apicultura implica saberes respecto al cuidado del medioambiente. Las abejas dependen de hábitats saludables y de prácticas agrícolas sostenibles para su bienestar y para la producción de miel de calidad. Así que los lugareños lo tienen claro: si cuidan el espacio de las abejas, garantizan la sostenibilidad de su propio hábitat.
Este avance ha sido posible gracias a la colaboración de la Generalitat Valenciana y Ayuda en Acción a través del proyecto “Mejora de la cadena de valor apícola en los municipios San Pablo de Huacareta y Monteagudo, región Chaco Chuquisaca”. En él también han participado autoridades comunales y municipales y su impacto se ha extendido a apicultores/as de cinco municipios de la región, agrupados en la Asociación Regional de Apicultores del Chaco chuquisaqueño (ARACH).
La apicultura en el Chaco chuquisaqueño está generando ingresos sostenibles para las comunidades locales y, además, está jugando un papel crucial en la conservación del medioambiente. Este proyecto ha logrado proteger 2322 hectáreas de bosque nativo, un refugio esencial para la biodiversidad y la recarga hídrica en la región. "Esta colaboración entre la Generalitat Valenciana, la Fundación Ayuda en Acción y las comunidades locales ha fortalecido la cadena de valor apícola y ha contribuido a la conservación del medio ambiente y a la lucha contra el cambio climático", declaró Marta Vidal Campo, responsable del proyecto de Ayuda en Acción.
Innovación para un impacto medioambiental y económico
La apicultura, mediante la actividad polinizadora de las abejas, está asegurando la diversidad vegetal y la regeneración de los bosques, cruciales para mantener el equilibrio ecológico en el Chaco. Además, al proporcionar una fuente de ingresos sostenible, esta actividad está reduciendo la presión sobre los ecosistemas naturales y desalentando la deforestación.
El proyecto ha implementado 780 colmenas de Apis mellifera y 560 colmenas de abejas nativas, involucrando a 120 apicultores y 50 meliponicultores. Innovaciones tecnológicas como el método Farrar de doble reina y el control natural de la Varroa han diversificado e incrementado la producción apícola, fortaleciendo la economía familiar.
Empoderamiento de mujeres y jóvenes
El empoderamiento de mujeres y jóvenes ha sido una prioridad. Se han promovido estatutos y reglamentos con enfoques de género, asegurando la participación igualitaria en la toma de decisiones. Además, 11 mujeres jóvenes emprendedoras fueron capacitadas en emprendimiento y planes de negocio, fortalecidas con capital semilla para desarrollar nuevos productos de valor agregado.
Formación y sostenibilidad
El proyecto ha permitido la formación y certificación de 32 productores como “peritos en apicultura” por el Instituto Tecnológico Superior Agropecuario de Huacareta. La capacitación en Buenas prácticas de manufactura (BPMs) y la construcción de dos centros de acopio de miel han asegurado la calidad y comercialización sostenible de la miel producida en la región. Delisabel, una joven emprendedora, destacó: "damos valor agregado a la miel producida en el Chaco, transformándola en productos como gomitas con colágeno de pescado y miel."
Gracias a la solidaridad y el apoyo de la Generalitat Valenciana, ha sido posible llevar a cabo este proyecto que impulsa el desarrollo sostenible y permite frenar los impactos de la crisis climática en comunidades más vulnerables.
Todas estas iniciativas se enmarcan en la campaña “Personas que rompen récords. Récords que rompen personas”, donde Ayuda en Acción busca sensibilizar sobre cómo la crisis climática está agravando desafíos como la inseguridad alimentaria, la pobreza o la migración forzosa en los países más empobrecidos del mundo.