Esta es la historia de Evita, que pese al diminutivo de su nombre, es una mujer superlativa. No por su peso (apenas 50 kg), ni su tamaño (no supera el metro cincuenta), ni su edad (40 años recién cumplidos), sino por su coraje, bondad y espíritu de lucha y superación.
Evita vive en la provincia de Gran Chimú, en Perú, en el pueblo de Tambopuquio. Es madre de 6 hijos (de 4, 8, 10, 13, 16 y 18 años) pero solo vive con cuatro de ellos. Sus dos hijas mayores ya no viven en la casa familiar porque han tenido que irse a la ciudad más cercana (Trujillo) para comenzar a trabajar y enviar dinero a sus padres. El sustento familiar que obtienen de la cría de pavos y la agricultura de subsistencia, no es suficiente.
Vive en una casa situada en lo alto de una colina, con unas vistas únicas y un emplazamiento de ensueño, de no ser porque se convierte en un enclave casi inaccesible, no sólo para las personas, sino para los saneamientos y suministros del hogar. El sendero de menos de 50 cm de ancho que recorre la colina es el único acceso a la casa, a la que sólo se puede llegar caminando en fila de uno, y no hay opción de acceder con ningún vehículo.
Piedras y adobe conforman un único espacio, de apenas 30 metros cuadrados, donde hay colocados tres colchones en el suelo, un par de cuerdas con ropa colgada, una mesa con algunos platos y cazuelas y una estantería con utensilios varios. No hay bombillas, porque no hay luz. No hay grifos, porque no hay agua. No hay baño, porque no hay inodoro ni ducha. No hay cocina, porque no hay fogones para cocinar. Viven con la luz del día. Caminan durante más de una hora para llegar al río más cercano para llevarse cubos y garrafas de agua a casa. Cocinan en un horno construido a base de piedras, con leña para encender el fogón.
Un largo día para la familia de Evita
En el día a día de la familia, el hijo mayor, Manuel, es quien más temprano se levanta; ha comenzado este año la secundaria y su centro escolar está a casi dos horas caminando, por lo que es el primero en salir de casa. Apenas media hora después, David y Anaís se van juntos a la escuela, para llegar a la hora del comedor y desayunar allí. Ellos tienen que recorrer un camino, además de largo, muy complicado; deben subir y bajar altos desniveles y atravesar un río, que dependiendo del caudal, dificulta mucho el paso. Evita se encarga de llevar a la más pequeña de la casa, Oiana, a la guardería , que se ha construido hace apenas unos años, para que los niños más pequeños tengan la oportunidad de recibir estimulación desde el principio de sus vidas a través del juego y el aprendizaje. Estos centros son muy importantes para los hijos de las familias que viven en entornos muy aislados y que, de no acudir a estos centros, pasarían muchas horas confinados en sus hogares o bien, literalmente colgados de sus madres mientras estas trabajan.
Concluido el horario escolar, cada uno de los hijos realiza el sentido inverso para volver a casa y poder ayudar a sus padres. Los niños, Manuel y David, acompañan a su padre para dar de comer a los pavos y trabajar la tierra. La pequeña Oiana y su hermana Anaís acompañan a Evita cada día a por agua y le ayudan con otras labores de la casa. Y así, día tras día…
Evita y su familia no pueden disfrutar de una vida con las mismas comodidades que disponemos en cualquiera de las nuestras. Apenas tienen recursos para cubrir sus necesidades básicas y son muchas las dificultades que tienen que superar cada día para tener acceso a la educación (lejanía del colegio), la alimentación (escasez de variedad de alimentos) y el cuidado de la salud y la higiene (difícil acceso al agua).
La importancia del apadrinamiento para la comunidad y su desarrollo
Ellos son solo un caso particular, pero en Tambopuquio hay muchas otras familias que viven en una situación de pobreza similar. Es por esto que Ayuda en Acción trabaja, a través de proyectos de desarrollo integral, en esta comunidad de Gran Chimú. Queremos que todas las familias de áreas rurales y periurbanas tengan acceso, en condiciones de igualdad y equidad, a una vida digna, con necesidades básicas cubiertas, como la atención en salud y educación integral de calidad y el desarrollo de su economía, desde la pertenencia cultural y territorial.
Para ello trabajamos en la mejora del acceso y los servicios de educación de calidad, desde la más temprana edad, con enfoque de derechos e interculturalidad, especialmente en niñas e indígenas rurales.
Realizamos mejoras y acondicionamiento de las viviendas, además de la creación de huertos familiares de hortalizas orgánicas para mejorar la alimentación de las familias y que logren una variada producción y mayor disponibilidad de alimentos sanos y nutritivos, acorde a las posibilidades locales existentes. Además, gracias a la capacitación y gestión técnica y económica de los sistemas de producción agraria, disfrutan de mayores ingresos, orientados a la sostenibilidad y soberanía alimentaria.
Fomentamos que las mujeres reconozcan y defiendan sus derechos para generar cambios necesarios hacia la igualdad de género mediante su participación y su liderazgo en instituciones y organizaciones. Generamos conciencia de su poder para decidir sobre su propia vida en el ámbito público y el privado. Además, las instituciones de gobiernos regionales y locales legitiman e incorporan el enfoque de derechos humanos en las políticas públicas reconociendo el derecho de los ciudadanos y ciudadanas a participar en su elaboración.
El desarrollo de todas estas medidas se lleva a cabo a través del apadrinamiento. Gracias a tu aportación mensual, podemos generar oportunidades de igualdad para que todas las familias de Gran Chimú, como la de Evita, mejoren sus condiciones de vida, siendo ellos mismos, a través de una buena preparación y orientación, quienes configuren su propio destino.