Al menos 10 millones de personas en el mundo actualmente son apátridas. Se les dice así a quienes no pertenecen a ningún lugar, se les niega una nacionalidad y, al carecer de ella, se les niegan sus derechos más básicos.
Noé Jirón González es un joven de 28 años con esta condición. De padres nicaragüenses, llegó a Costa Rica siendo un niño de dos años de edad, sin embargo, por distintas razones no fue inscrito en ningún país. No contar con un documento de identidad le ha complicado el camino: desde impedimentos para obtener sus títulos educativos y dificultades para acceder al derecho a la salud, hasta haber sido detenido más de una vez por las autoridades.
Podríamos detenernos a contar todas las experiencias injustas que ha pasado Noé y que reflejan las dificultades que enfrentan las personas apátridas en su vida cotidiana, pero esa no es la parte que queremos contarte…
La historia de Noé
“Yo no puedo ser malagradecido con mis padres, ellos me han enseñado a trabajar, a valorar lo que tengo, a ser una buena persona”. Con esas palabras Noé inicia contando que desde muy niño ha trabajado labrando la tierra, recogiendo frijoles, sembrando maíz y cuidando ganado. Pero lo primero siempre fue la escuela. A pesar de no contar con la documentación necesaria, pudo acceder a primaria y secundaria. Tiene títulos, pero sin validez por no contar con un número de identidad.
“Había días que soñaba que iba a la universidad y cuando me pedían los documentos para inscribirme me despertaba porque no los tenía, regresaba a mi sueño y les decía a las personas que los iba a buscar, pero desesperado volvía a despertar. Muchas veces lo he soñado. Le cuento a mi pareja y a mis padres, y ellos me dicen que algún día será”, cuenta este joven con la voz entrecortada. Su sueño es ser profesor de matemáticas o inglés. En el colegio siempre le fue muy bien en esas materias.
Noé ha hecho múltiples intentos para regularizar su situación. Distintas organizaciones se han comprometido a ayudarlo, pero esas acciones no han dado fruto. “Uno cuando es jovencillo piensa cosas tontas, incluso yo llegué a pensar en hacerle daño a alguien para que me llevaran a la cárcel y ahí ya correrían a encontrar los documentos de uno. Pero qué va, mis padres me enseñaron a luchar”, lo dice Noé, quien ha demostrado una actitud positiva y ha decidido trabajar arduamente para labrarse un camino hacia un futuro mejor.
El emprendimiento de Noé
Hace algunos años, Noé descubrió que tenía una conexión muy especial con las plantas y desarrolló algunas habilidades para la jardinería. “Desde chiquillo yo era quien sembraba las plantas en mi casa. A mí me nacía”, dice. Viendo el potencial, su mamá le consiguió un empleo informal como jardinero con los dueños de la casa donde ella trabajaba.
Primero empezó desyerbando y recibía un pago semanal que, para él, era significativo ya que nunca había ganado esa cantidad antes. Poco a poco fue adquiriendo experiencia y habilidades y tuvo la oportunidad de que los mismos clientes le prestaran herramientas más especializadas, como una chapeadora de cuatro ruedas que le permitió expandir su negocio de jardinería.
Noé Jiró: “Yo veo el cambio”
En Ayuda en Acción descubrimos su historia de resiliencia y determinación y le hicimos saber que el poder de la solidaridad y el empoderamiento pueden transformar vidas.
A través de nuestros programas, Noé ha recibido formación en gestión empresarial y se le dotó de un equipo totalmente nuevo con el que no depende de herramientas prestadas para trabajar. Es un equipo propio, con el que ha mejorado sus ingresos económicos, su calidad de vida y la de su familia.
“Ayuda en Acción me tendió la mano sin importar mi condición. Este impulso me recordó que estoy vivo. Yo era una persona que estaba en el desierto y todo el apoyo que me han dado llegó como agua. Ahora que tengo las herramientas, digo: vámonos, sí se puede”, comenta con emoción. Ahora piensa en comprar más herramientas y ahorrar.
Recientemente hemos iniciado el proceso de regularización de Noé a través de la organización socia Consultorio Jurídico La Salle y esperamos con ansias poderle dar una buena noticia pronto.
La meta más cercana de Noé es sacar un curso de inglés para aprovechar los nuevos conocimientos y ofrecer servicios de jardinería a personas extranjeras de la zona: “haría lo que amo y apoyaría a mi familia”.
Como consejo a otros jóvenes, Noé lo tiene claro: “les diría que estudien, que se esfuercen, no para demostrarlo a los demás, sino para que se den cuenta de sus capacidades, de que con ellas pueden conseguir lo que se propongan”.
La historia de Noé es un testimonio poderoso de cómo el esfuerzo, la perseverancia y el aprovechamiento de las oportunidades pueden superar incluso las circunstancias más desafiantes. Nos recuerda la importancia de valorar lo que tenemos, luchar por nuestros sueños y ofrecer esperanza.
(*Artículo escrito por Katherine P. Benavides, responsable de comunicación de Ayuda en Acción en Costa Rica)