Un niño sano, en cualquier rincón del mundo, es un pequeño loquito que ríe, que abraza, que llora, que grita, que patalea y brinca, o todo eso a una misma vez. Un niño sano es un cuerpo vibrante capaz de desatar la bullanguera de una fiesta de barrio, un ser puramente emocional que se expresa de forma arrebatadora y desbordante, excesiva muchas veces. Cuando hay niños en derredor hay siempre ruido, jolgorio y algún que otro padre o madre estresada forzando la garganta. Por eso impresiona tanto el silencio de un grupo de niños y niñas, como el presentimiento de una violencia soterrada o de una enfermedad al acecho, como un mal fario arrojadizo o una mala hora de infortunio.
Me hablaron hace unas semanas de ese silencio en Guatemala. Allí hay niños y niñas que lloran sin gemir ni botar lágrimas, que tienen por sonrisa una mueca muda. Y no es por fatalidad, sino por injusticia, por la vulneración del derecho a la alimentación y los cuidados en la primera infancia. Guatemala es el primer país en tasa de desnutrición crónica infantil de América y el sexto del mundo (49,8%). En algunas regiones como Huehuetenango o Chiquimula, 8 de cada 10 niños y niñas tienen desnutrición. Los niños no tienen fuerzas para llorar o para reír porque están deshidratados, uno de los males que acelera la desnutrición y puede causar la muerte.
Proyecto Niño sano: acabar con los silencios del hambre
En este contexto, el proyecto Niño sano, cofinanciado por la AACID, se marcó como propósito prevenir la desnutrición crónica infantil en 11 comunidades mayas de Huehuetenango y Chiquimula, así como mejorar la salud materno infantil con el foco puesto en los primeros 1000 días de vida desde la concepción. Queríamos acabar con los silencios del hambre.
Para ello, y durante dos años, hemos llevado a cabo una estrategia de fortalecimiento institucional de los sistemas de salud públicos con un abordaje de protección basado en la comunidad que ha contado con los siguientes ejes de intervención:
- Fortalecimiento de las capacidades de atención de las comadronas comunitarias a las mujeres embarazadas y lactantes. Las comadronas son mujeres mayores que aprendieron el oficio de parteras de sus madres o abuelas. Con los años, han sido capacitadas y certificadas por parte del sistema público de salud.
- Conformación de comisiones comunitarias de salud para la coordinación y preparación de respuesta ante partos de riesgo que requieran la evacuación inmediata de la madre a un hospital.
- Elaboración de recetarios, rescatando alimentos autóctonos de alto valor proteico y que son accesibles, disponibles y aceptados culturalmente por el pueblo maya.
- Conformación de redes de adolescentes y jóvenes para realizar consejería familiar a mujeres embarazadas y lactantes sobre salud materno-infantil, control de embrazo y preparación del parto, alimentación adecuada y desnutrición, lactancia materna, estimulación temprana y cuidados al bebé, etc.
- Sensibilización a los hombres jóvenes sobre paternidad consciente, crianza afectiva y corresponsabilidad familiar.
- Fortalecimiento del sistema de salud público con capacitaciones y entrega de nuevos equipos como doppler fetal, hemocue, cartilla de seguimiento de embarazo, equipos multimedia, etc.
Objetivo niño sano: combatir la desnutrición… y mucho más
El proyecto Niño sano ha sido complicado y desafiante. Combatir la desnutrición es muy complejo porque es un fenómeno multicausal, con muchas aristas y capas ocultas que no siempre se entienden bien. Además, afrontábamos las dificultades estructurales de lejanía y malas comunicaciones, déficit de servicios públicos y débil presencia del Estado, ruralidad, cambio climático, emigración e inseguridad alimentaria, indigenismo y exclusión, desigualdad y machismo. Y, como tantas otras veces, son precisamente la confluencia de todos estos factores, de todas estas intersecciones de violencias, pobreza e injusticias, los que motivan y justifican absolutamente nuestra presencia en el territorio. Porque si algo hemos aprendido a lo largo de más de 40 años de trabajo es que solo acompañando desde el día a día a las comunidades se puede acabar con la pobreza y el hambre.
Y esta ha sido, precisamente, una de las claves del éxito del proyecto Niño sano. A razón de una visita semanal, mínimo, a cada comunidad, el equipo del proyecto ha estado acompañando a las madres, comadronas, jóvenes, líderes y lideresas comunitarios, promotores y promotoras de salud, enfermeras y enfermeros, doctores y doctoras, padres y niños y niñas. En total han sido 104 visitas y encuentros de intercambio y aprendizaje semanal, no exentos de retrocesos y bloqueos, de malos ratos y preocupaciones, pero también de mucha cooperación comunitaria, de una decidida voluntad de superación y cambio.
Otro elemento de gran valor han sido los doppler fetales porque según nos han contado las propias comadronas y enfermeras, han permitido identificar anomalías en el feto de manera anticipada y activar a tiempo los protocolos de traslado al hospital. “Hemos salvado vidas”, me afirmó sonriente, con un orgullo de oficio ancestral, Francisca Maldonado, comadrona de etnia Mam en la comunidad de San Idelfonso de Itxahuacán.
Precisamente ese abordaje intercultural ha estado presente en todas las acciones del proyecto, muy particularmente en la región de Huehuetenango. A través de la formación a sanitarios y de videos explicativos, producidos en su lengua con imágenes basadas en sus propios referentes culturales se ha conseguido incrementar sustancialmente las visitas al centro de salud de las mujeres durante y después del embarazo.
Y así, poco a poco, 104 semanas después, y con un liderazgo destacado más que nada de los jóvenes, que se han empoderado como agentes de cambio en sus comunidades, como acompañantes y consejeros de las familias, se han ido forjando las bases de un cambio lento e invisible pero que ha devuelto el ruido y el jolgorio a las comunidades. Porque allí donde hay un niño sano hay ruido y hay alegría, hay llanto y hay esperanza.
-Descarga el resumen de la investigación de Ayuda en Acción y Flacso: Impactos de los patrones de crianza y las prácticas alimentarias en la desnutrición crónica en Guatemala-
*(Artículo escrito por Josué Díaz Moreno, delegación de Ayuda en Acción en Andalucía).