La infancia ha sido una de las principales afectadas por la pandemia, no tanto por la enfermedad en sí como por las consecuencias para su desarrollo. Millones de niños y niñas en el mundo no han tenido acceso a una educación de calidad desde que la COVID-19 apareció en nuestras vidas. Especialmente, las deficiencias de los sistemas educativos se ceban con la infancia más vulnerable. Golpea con fuerza a los niños y niñas de países vulnerables donde el acceso a Internet es muy limitado.
Para contarnos esta experiencia, hoy Saray escribe desde un resguardo indígena de Colombia, donde lleva más de 10 meses estudiando en casa. ¡Conoce su experiencia narrada en primera persona!
La experiencia de estudiar sin tecnología
Mi nombre es Saray Alejandra y tengo 11 años. Llevo 10 meses estudiando desde mi casa, pero sin internet ni equipos tecnológicos. Durante la pandemia, mi forma de estudiar ha sido a través de guías y talleres, que recoge mi mamá en la casa de la profesora. No ha sido nada fácil, porque a veces no entiendo y no tengo a nadie que me explique.
Pero lo que me interesa es decirles que nosotros los niños, niñas y jóvenes del campo merecemos que nos brinden las herramientas necesarias para que podamos acceder a una educación de calidad. Sé que no es fácil porque las comunidades rurales están alejadas, pero si todos nos unimos por un bien común es totalmente posible.
Saray, una niña indígena de Colombia, invita en esta carta a reflexionar sobre la importancia de tener una educación de calidad para tener un mejor futuro. Clic para tuitear
Por un momento deténganse y piensen en los niños y niñas que hemos estudiado todo un año sin consultar un libro o internet para hacer las tareas, no porque no queramos, más bien porque no tenemos cómo. Además, súmenle que en la mayoría de los casos no hay nadie que nos aclare las dudas porque desafortunadamente nuestros profesores no pueden estar presentes por la situación. Imagínense todas esas preguntas: ¿Qué debó hacer? ¿Cómo soluciono este problema? ¿Qué significa eso? ¿Cuál es la respuesta correcta?
Normalmente todas estas preguntas (¡y muchas más!) quedan sueltas, vacías, sin respuesta. Pero lo que más me entristece es que aún falta mucho para que vuelva a ver a mis compañeros, mis amigas, a mis profesores y profesoras. A todos ellos los extraño mucho…
Cuando la situación familiar tampoco ayuda
Yo vivo con mi familia en el resguardo indígena de López Adentro en el municipio de Caloto, en el departamento del Cauca. Durante la crisis por la COVID-19, hemos pasado muchas necesidades, porque mis padres no tienen un trabajo estable. A veces no hay para desayunar o almorzar... Pero, a pesar de todo, no perdemos la esperanza de que todo va a salir bien, que pronto todo mejorará.
A finales del año pasado Ayuda en Acción entregó a la Institución Educativa Bilingüe DXI PADEN, donde estudio, tablets con acceso a Internet, para que los niños y niñas de los municipios de Caloto y Guachené podamos estudiar durante la pandemia. ¡Este es el mejor regalo que me han dado, estoy muy feliz y entusiasmada! Por fin podré tener derecho a una educación de calidad.
Además, no se olvidaron de las familias: nos entregaron varias semillas para que pudiéramos sembrar en nuestra huerta. En ella tenemos plátano, yuca, cebolla, orejuela y poleo. Tener acceso a nuestros propios alimentos nos permite poder alimentarnos de forma saludable.
Una llamada a la solidaridad
Mi madre dice que no es fácil entender algo cuando no se vive en carne propia. Por eso, si han leído hasta aquí, aprovecho esta oportunidad que me han dado para invitarles a que en un gesto de solidaridad nos unamos. ¿Con qué objetivo? Para que los niños y niñas del campo podamos mejorar nuestras condiciones. No sé mucho de la vida, tal vez nada, pero sé que la solidaridad no tiene fronteras, ni banderas, ni colores.
Con cariño,
Saray Alejandra.