“Cuando era un poco más niño quizás soñaba alto porque quería ser piloto. Pero todavía no ha caducado, ahí está la pequeña posibilidad de que pueda conseguirlo”, cuenta Carlos Ernesto (niño apadrinado con Ayuda en Acción), riéndose. Es el noveno de once hermanos y presidente del comité de vínculos solidarios en la comunidad de San José las Flores, un cargo muy importante y que resulta fundamental para el buen funcionamiento del apadrinamiento.
“Mi labor dentro del comité es organizar a los chicos antes de la recolección de mensajes. Les ayudo, les digo que hacer, cómo van a tratar a las personas. Es un poquito pesado pero no es nada del otro mundo, cualquiera lo puede desarrollar con un poco de esfuerzo y desempeño”, cuenta Carlos restándole importancia.
“Me gustaría que los demás chicos tuvieran la oportunidad de ser presidentes para que se dieran cuenta de que no es solo un cargo y hacer actividades, sino que es también una oportunidad para convivir con otras personas, con gente mayor, que te va a ayudar a pensar como un adulto”, añade.
El gran cambio en la vida de Carlos al convertirse en un niño apadrinado
Carlos, que fue apadrinado cuando tenía 9 años y escribió su carta de despedida a los 13, explica que su vida sufrió un gran cambio cuando comenzó con el apadrinamiento.
“Mi vida había estado más vacía, quizás fuera un poco más tímido y no podría desenvolverme en muchas áreas con otras personas”, reconoce. Además, también le ha ayudado a mantenerse alejado de la violencia de las maras que copan El Salvador porque “hacíamos actividades, nos distraíamos, teníamos tiempo para pensar en otras cosas”. Carlos pone especial énfasis en estos grupos y señala que la ayuda no es en vano, ya que “se invierte en el crecimiento de los niños, sobre todo mental, se les distrae para que no sean parte de grupos violentos”.
No puede evitar enternecerse al hablar de su padrino, reconoce que era muy emocionante tener un amigo al otro lado del mundo con el que poder hacer un intercambio cultural.
“Le contaba que vivía con mi familia, que cuidaba animalitos, que jugaba al futbol, lo que hacía en la escuela… Ser un niño apadrinado ha sido un privilegio, no cualquiera tiene esa oportunidad”, reconoce Carlos.
Al igual que Orquídea, Carlos también participa en el programa de Arte y aunque, según sus propias palabras no es Pablo Picasso, le ha servido para aprender a dibujar, a controlar luces y sombras y a controlar distintas técnicas de dibujo.
“Ayuda en Acción me ha servido como ascensor”
Como muchos otros niños de su país, cuando Carlos no va a la escuela se tiene que ir al campo a ayudar a su padre, que trabaja en la caficultura. “Le ayudo abonando, chapeando, jalando el café… Eso los días que dejo de estudiar a las 12, los días que me quedo estudiando hasta las 5 me dedico a hacer tareas”, explica Carlos.
El resto del tiempo que tiene lo dedica a trabajar en el comité, a participar en los distintos talleres que organizan en su comunidad (globoflexia, pintacaras…). “Ser parte del comité me ha dado más habilidades. Ayuda en Acción me ha servido como ascensor, me está ayudando a ser cada vez mejor persona, a conocer más gente y a tener más oportunidades en mi vida”, cuenta riéndose.