El cierre de los centros educativos en marzo dejó en suspenso muchos de los proyectos que estábamos desarrollando en el programa Aquí también. Pero hubo otros que pudimos adaptarlos al nuevo contexto. Ha sido el caso de Espacios de Calma que iniciábamos el pasado curso escolar en dos colegios de Madrid con el apoyo de RIU Hotels. A través de él, proporcionamos atención psicosocial a niños y niñas de primaria que se encuentran en situación de vulnerabilidad y cuyas sesiones hemos podido continuar hasta el final de curso. Belén Herranz y Rocío Ruiz, psicólogas del proyecto, nos cuentan las dificultades a las que se han enfrentado y cómo han adaptado Espacios de Calma al contexto de la COVID-19.
Espacios de Calma y COVID-19
¿Cómo ha sido el desarrollo del proyecto y las sesiones durante estos últimos meses?
Belén Herranz: Estos meses en los que los centros han estado cerrados, hemos trasladado nuestros ‘Espacios de Calma’ del colegio a los hogares de los niños y niñas que participaban en las sesiones. Y no solo hemos tenido que adaptar el formato y pasar de sesiones presenciales a realizarlas por videoconferencia, sino que también hemos reorientado su temática para abordar las necesidades que presentaban las familias.
¿Cuáles son las principales dificultades a las que os habéis enfrentado con esta nueva forma de trabajo?
Rocío Ruiz: Quizá lo más complicado ha sido traspasar la pantalla, generar vínculo con ellos y ellas y encontrar un espacio en el que tuvieran intimidad. Hay que tener en cuenta que, en los contextos en los que trabajamos, los niños y niñas viven en pisos pequeños con un gran número de personas. Y ello, a la hora de trabajar según qué cosas, se hace más complicado. Me he encontrado casos en los que estábamos teniendo la sesión y los padres o madres intervenían dando su opinión o indicando al niño o niña lo que tenía que decir. Otros en los que, cuando querían contar algo más íntimo, me decían "es que ahora no te lo puedo decir” o “en el cole sí te lo contaría”.
B. H.: En otras ocasiones no nos lo manifestaban tan abiertamente, pero notábamos que estaban más incómodos o que empezaban a hablar más bajito. Para solventarlo, hemos tenido que reconducir las sesiones y adaptar la temática para poder abarcarla a pesar de las circunstancias.
Infancia y COVID-19
¿Cómo han llevado el confinamiento los niños y niñas que participan en el proyecto 'Espacios de Calma'?
R. R.: Nos ha sorprendido bastante su reacción. Han sido responsables, han estado tranquilos y en general lo han llevado muy bien... ¡incluso mejor que sus padres! Sí que es cierto que empezamos a percibir intranquilidad cuando se relajaron las medidas de confinamiento y los menores podían a salir a la calle. “Yo no quiero salir”, “prefiero quedarme en casa”, nos decían. Pero, a medida iban avanzando los días, ese miedo fue disminuyendo.
B. H.: Por otro lado, estos ratos que han compartido más en familia han sido beneficiosos para ellos. Muchos tenían mucha necesidad de estar con sus padres porque pasaban mucho tiempo solos o en el colegio y no encontraban espacios para estar en familia. El pasar este tiempo con sus padres incluso les ha aportado la tranquilidad que, en muchas ocasiones, no tenían.
Las consecuencias del coronavirus han agravado la situación de los hogares más vulnerables. ¿Los niños y niñas son conscientes de los problemas económicos que atraviesan sus familias?
B. H.: Sí, pero ya lo eran antes. En las sesiones de 'Espacios de Calma' que desarrollábamos antes de la COVID-19 en los centros, muchas veces hacían referencia a la falta de recursos. Por ejemplo, cuando nos contaban que no iban de vacaciones porque en su casa no podían. Tengo el caso de una de las niñas más pequeñas que se le cayó un diente. Me dijo que el dinero que le había dejado el Ratoncito Pérez en la almohada se lo había dado a su mamá para el súper. A pesar de ser tan pequeña (tiene solo ocho años) es muy consciente de la situación que atraviesan en casa.
La infancia más vulnerable es totalmente consciente de las dificultades de sus familias para afrontar la crisis de la COVID-19. Clic para tuitear
¿Qué pautas o herramientas habéis trabajado con los menores durante el confinamiento?
R. R.: Hemos tenido que trabajar el uso responsable de la tecnología porque percibimos que había habido un aumento considerable de tiempo frente a las pantallas. Para ello, les hemos dado pautas (tanto a los menores como a sus familias) sobre cómo disminuir esta conducta. Les hemos ayudado incorporando otro tipo de actividades como juegos o dinámicas en las que el menor pudiera estar entretenido y disfrutando a la vez de un ocio de calidad.
Otro de los aspectos que hemos trabajado con menores y familias es la expresión emocional. Les hemos apoyado en la creación de espacios familiares donde pudieran expresarse y contar cómo estaban viviendo el confinamiento. Esto está muy relacionado con la Teoría del Apego, donde se fomenta la relación con sus figuras de referencia. Buscamos que construyan un espacio donde niñas y niños puedan expresar sus sentimientos y miedos, donde, a la vez, padres y madres puedan servir de ejemplo compartiendo cómo se están sintiendo. Esto es muy beneficioso para los menores. Les transmiten un mensaje de normalidad y que no pasa nada por tener miedo, que es algo que sentimos todos.
Familias más involucradas
Y, en el caso concreto de las familias, ¿qué habéis trabajado con los padres y madres?
B. H.: Lo más destacable ha sido la gestión de la información de la COVID-19. En estos 'Espacios de Calma' adaptados hemos trabajado con las familias orientándoles sobre cómo informar a los pequeños lo que estaba sucediendo. Y también les hemos enseñado a gestionar el exceso de información.
¿Habéis notado un cambio de actitud?
R. R.: Sin duda. Me ha sorprendido la actitud de las familias. En especial de aquellas que no se habían involucrado en 'Espacios de Calma' y que, a raíz de la COVID-19, están participando mucho más. Ha habido un gran cambio.
B. H.: Quizá esto es lo más positivo de esta nueva forma de trabajo, ya que hemos podido abrir una vía de contacto más directo con las familias. Antes, debido a las cargas familiares y de trabajo y a los prejuicios que existen sobre nuestra profesión, no había sido posible. Gracias a ello, hemos roto esa barrera y hemos podido abarcar otros temas, algo que ha sido muy positivo para las familias, pero sobre todo, para los y las menores.