Entre los verdes paisajes de palmerales y cocoteros que rodean las olas de Balfate y Jutiapa, en el Caribe hondureño, el cacao no es solo un cultivo. Es una herencia, un legado transmitido de generación en generación. Sin embargo, para muchas mujeres afrodescendientes cacaocultoras de estas comunidades, la producción y cultivo del cacao no es sinónimo de prosperidad. Hay factores que impactan gravemente en los ingresos de las familias para quienes el cultivo del cacao es su principal fuente de ingresos. Hablamos, por ejemplo, de la volatilidad del precio del cacao, el déficit de manejo y productividad, las dificultades de financiación e inversión, o los daños que causan las inundaciones y afectaciones recurrentes por huracanes y tormentas tropicales, como ocurrió en 2020 con Iota y Eta.
El día a día para las mujeres afrodescendientes cacaocultoras
En este contexto, la lucha de las mujeres afrodescendientes cacaocultoras por cubrir las necesidades básicas de la familia es una constante. Sus vidas se convierten en una acumulación diaria de tareas y esfuerzos titánicos que no parecen tener fin. Despiertan antes del amanecer para preparar el desayuno y la comida, luego visten a los pequeños de la casa y les acompañan al colegio. Tras eso, salen hacia las fincas, ubicadas en las laderas y elevaciones del litoral caribeño, a más de una hora de la vivienda familiar. A media mañana bajan a la ciudad para vender en el mercado o en modo ambulante por las calles del centro algunos derivados del cacao que prepararon la noche anterior. Luego en casa, toca limpieza, cocina, cuidados… Y al día siguiente, vuelta a empezar, con la cabeza llena de responsabilidades kilométricas.
Así viven, cada día, las mujeres afrodescendientes cacaocultoras de Balfate y Jutiapa. Viven con la presión de la precariedad y la desazón de no poder planificar nada a medio plazo. Es una presión que se te mete adentro y te va mellando, lentamente, con la misma aparente quietud con que la espuma del mar Caribe se va comiendo año a año las costas garífunas de la región. Es una presión que, al final, se hace tan crónica e insuperable que entonces, casi sin darte cuenta, pierdes la capacidad de imaginar futuros diferentes.
Cuando la ciencia ficción se volvió realidad
Para salir de la pobreza, decimos los agentes humanitarios, hay que acompañar procesos de desarrollo, fortalecer el liderazgo local y apostar por iniciativas innovadoras. De eso trata este innovador proyecto que, de la mano del IHSM La Mayora-CSIC-UMA y con la financiación de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo, estamos impulsando en los municipios de Jutiapa y Balfate con las cooperativas de cacao COPROASERSO y CHOCOMERS. El objetivo es que las mujeres afrodescendientes cacaocultoras, integrantes de estas cooperativas, sean capaces de transformar la cáscara del cacao en un bio-envase, 100% biodegradable y antioxidante, para fortalecer la cadena de valor del cacao y potenciar la economía bio-circular. Y hemos empezado por una meta ambiciosa pero alcanzable: fabricar allí mismo, en el centro de transformación de bioplásticos implementado en Jutiapa, un prototipo de envoltorio papel para bombones y chocolatinas obtenido a partir de la cáscara del cacao.
Cuando Juana y Rosa (nombres ficticios) escucharon por primera vez al personal de Ayuda en Acción hablar del proyecto, pensaron que era un concepto sacado de una película futurista. Convertir desechos de cacao en bioplásticos biodegradables les parecía algo ajeno a su realidad, una idea inalcanzable, cosa de laboratorios y grandes empresas. En su comunidad, la ciencia y la tecnología suenan a cosa de otros que tienen plata, un mundo del que ellas se sienten excluidas.
Pero todo cambió cuando Susana y Rocío, las dos científicas del IHSM La Mayora-CSIC-UMA que lideran el proyecto, viajaron a sus comunidades y comenzaron a explicarles, paso a paso, cómo la transformación de la cáscara del cacao en bioenvases no solo era posible, sino que podría llegar a ser una palanca para la economía local. Tras muchas horas de observación, paciencia y mucha práctica, Juana y Rosa, junto a otras veinte mujeres de las dos cooperativas, aprendieron a manipular y seleccionar aquellas cortezas de la cáscara del cacao más idóneas. Aprendieron a secarlas, a molturarlas hasta hacerlas polvo, a fusionarlas con cera de abeja y disolvente, a aplicar la temperatura exacta para compactar la mezcla y, finalmente, a darle un formato de envase al bioplástico resultante de todo el proceso.
Fue entonces cuando comenzaron a entender la utilidad real del proyecto y liberaron toda su creatividad empresarial. Aquellos bioplásticos podrían servir como envase para los productos derivados del cacao que ellas mismas fabrican: leche saborizada, bombones, chocolatinas, aceites esenciales, jabón… Pero también a una mayor escala: ¿por qué no pensar en una gama de productos para la restauración take away? Se trata de sustituir los vasos, cubiertos y fiambreras de plástico que se amontonan en papeleras y basurales de sus comunidades por bioplásticos biodegradables fabricados a partir de la cáscara del cacao, que también se amontona en sus parcelas.
Sin ser conscientes de ello, su espíritu emprendedor estaba logrando desasirse de las urgencias del día a día y proyectar su pensamiento sobre el medio y largo plazo, imaginando futuros, soñando un mañana diferente.
Trabajo en red: la fuerza de la comunidad
Uno de los valores diferenciales de este proyecto, que está también en el ADN de Ayuda en Acción, fue el trabajo de fortalecimiento comunitario y la promoción de la cohesión social y empoderamiento de las mujeres. Las mujeres que manejan el centro de transformación de bioplásticos no están solas en esto. Pertenecen a dos cooperativas (COPROASERSO y CHOCOMERS) apoyadas por Ayuda en Acción y SERSO Honduras, donde más de 300 productores y productoras de cacao llevan años sumando esfuerzos y fortaleciendo sus capacidades para mejor sus cultivos, obtener mejores precios de venta y desarrollar la cadena de valor del cacao con productos derivados. Ahora, esas mismas redes se activan para un nuevo desafío: aprender a fabricar bioenvases y encontrar mercados para ellos.
Por eso, ahora, las mujeres afrodescendientes cacaocultoras de COPROASERSO y CHOCOMERS van más allá. Ya piensan en una marca, un plan de comercialización que les permita escalar la experiencia. Desde Ayuda en Acción vamos a hacer todo lo posible para encontrar nuevos socios que quieran financiar la continuidad y escalado del proyecto.
Un impacto que va más allá del medio ambiente
El proyecto no solo les ha dado la posibilidad de una nueva fuente de ingresos o de reducir las emisiones de CO2 por la quema de la cáscara de cacao. También ha cambiado la forma en que estas mujeres son percibidas. Ya no solo son vistas como agricultoras o productoras de chocolate; son también gestoras de conocimiento científico aplicado a un concepto que antes sonaba a ciencia ficción: la bio-economía circular.
Hasta ahora, la gestión del acopio, desecado y obtención del cacao en grano siempre ha sido una tarea de esfuerzo físico dominada por los hombres. Con su liderazgo en este proyecto, las mujeres están demostrando que el acceso a la innovación y el conocimiento puede contribuir a generar una mayor igualdad en la cadena de valor del cacao.
Un futuro sembrado con esperanza
Juana y Rosa saben que todavía queda un largo camino por recorrer. La comercialización a gran escala de un bioplástico fabricado por ellas es un sueño aún en construcción. Pero es un sueño posible: se ven vendiendo estos bioenvases a empresas chocolateras que apuestan por la sostenibilidad y sueñan con una economía familiar que no dependa solo de la venta de granos de cacao.
El cacao ya no es solo un fruto del esfuerzo: es una semilla de transformación. Por ello, cada bioenvase que se produce en el centro de transformación de biopláticos de COPROASERSO, alberga una historia de resistencia y superación, de aprendizaje y organización comunitaria hacia un futuro donde la ciencia y la tradición trabajan de la mano para construir un mundo más justo y sostenible.
*Artículo escrito por A. Josué Díaz (delegación de Ayuda en Acción en Andalucía).