Aunque los resultados globales del Índice Global del Hambre (GHI) se conocieron en octubre, Ayuda en Acción en Perú y Bolivia ha presentado su informe junto a sus socios de la red Alliance2015: Welthungerhilfe y HELVETAS en Bolivia y Cesvi Fondazione Onlus, HELVETAS Swiss Intercooperation y Welthungerhilfe en Perú.
De manera general, el Índice Global del Hambre(Global Hunger Index en inglés) revela la importancia de la transformación de los sistemas alimentarios y su gobernanza. Las crisis superpuestas a las que se enfrenta el mundo están sacando a la luz los fallos de los sistemas alimentarios, a nivel global y local, poniendo de manifiesto la vulnerabilidad de las poblaciones de todo el mundo.
Perú, un retroceso de diez años en los avances contra el hambre
El informe realizado señala que Perú ha retrocedido considerablemente su posición en el GHI, lo que significa que existe una mayor incidencia de hambre en el país comparado con la época prepandemia. Al cierre del año 2019, el GHI en Perú era de 14 puntos; dos años después el índice se situó 3,7 puntos por encima, con un índice de 17,7 puntos, un retroceso de 10 años.
El fortalecimiento de la producción agroindustrial, el boom de la agroexportación y el desarrollo económico o el potencial minero, son factores insuficientes para reducir el hambre en el país. La crisis sanitaria ha revelado los problemas estructurales de Perú, poniendo en evidencia las desigualdades y precariedad de varios sectores. La deficiente gobernanza de los sistemas alimentarios, sumando las crisis que enfrenta el país, nos llevan a prever un panorama sombrío frente al hambre.
Es así como los departamentos de Ica y Lambayeque, con 7,2 y 8,4 respectivamente, son los únicos que se mantienen con un índice bajo de hambre este año. En el caso de los departamentos de Tacna y Moquegua, el indicador paso a moderado con 13,4 y 13,9 volviéndolo un índice moderado, en comparación con el 2019 donde presentaban un índice bajo.
Apurímac, Huancavelica, Ayacucho, Loreto, Huánuco, Puno y Ucayali son los siete departamentos con un índice grave, siendo los más alejados del litoral, que están caracterizados por un menor desarrollo económico, social, institucional y alimentario. Hace tres años solo Huancavelica presentaba un índice grave.
Se estima que el GHI para el cierre del año 2022 se mantendrá en condiciones críticas, condiciones que son similares a las del año pasado, en un contexto donde la reactivación económica y social, el crecimiento y la situación de departamentos con un índice grave no cambiarán.
Aunque la transformación de los sistemas alimentarios requiere, en última instancia, intervenciones a múltiples niveles, se justifica una mayor atención a la gobernanza local de los sistemas alimentarios por varias razones. Las prácticas de gestión de los recursos naturales, los métodos de agricultura, ganadería y las preferencias alimentarias suelen basarse en las tradiciones culturales locales, las experiencias históricas y las condiciones agroecológicas.
Bolivia mejora aunque mantiene mucha desigualdad frente al hambre
Bolivia, que publica por primera vez sus resultados, aparece en el Informe del Índice Global del Hambre (GHI) 2022 con 13,2 puntos, ubicándose en la posición 15 de 21 países analizados en América Latina. Desde la mirada interna, el GHI muestra marcadas asimetrías económicas, sociales y alimentarias. Santa Cruz se encuentra con la más baja incidencia de hambre, frente a Potosí que tiene el mayor índice a nivel nacional.
El informe pondera tres componentes que son medidos: inadecuada oferta alimentaria, desnutrición infantil y mortalidad infantil, por lo que los datos recopilados para el cálculo de este índice en Bolivia proceden de fuentes oficiales de información nacionales.
Si bien Bolivia no se encuentra en una posición tan favorable, según los componentes que mide el GHI, su perspectiva ha ido mejorando en el comparativo regional en los últimos años pasando del puesto 19 en el GHI del año 2000 al 18, en el 2014, y finalmente al puesto 15 en 2022.
Bolivia, sin duda, ha logrado resultados macroeconómicos importantes en las últimos dos décadas a raíz de la mejora en los precios de los minerales, el gas, el petróleo, la madera y otros commodities importantes (Fundación Hanns Seidel, 2015). Pero todavía persisten ciertas desigualdades territoriales en torno al desarrollo económico, lo cual se evidencia en crecimientos económicos asimétricos. Estas diferencias no solo atañen a las dimensiones sociales y económicas de la población, sino también a la alimentaria ya que el tema del acceso a alimentos es un factor determinante de la seguridad alimentaria, que a su vez depende del ingreso de los hogares.
Hay notables diferencias del GHI entre los nueve departamentos del país. Hay una brecha de 18 puntos en términos del indicador de hambre entre el departamento con menor incidencia (Santa Cruz) y el departamento con mayor incidencia (Potosí). En términos de gravedad del hambre, Santa Cruz y Beni tienen una incidencia baja; Cochabamba, La Paz, Pando y Oruro, una moderada; y, finalmente, Chuquisaca y Potosí se encuentran en una situación de hambre grave.
Por región geográfica la mayor incidencia se localizó en las zonas del altiplano del país, seguido de los territorios de valle y, finalmente, de llanos. Hasta el 2019 las tres regiones habían logrado avances importantes en el GHI. Sin embargo, a raíz de la pandemia, las zonas más afectadas fueron las del altiplano y de los valles, que tuvieron aumentos del GHI, volviendo al valor de cinco años atrás.
La respuesta a la pandemia en 2020 generó un escenario de incertidumbre provocando una contracción del ingreso y en consecuencia del gasto familiar y el debilitamiento de la demanda interna. Durante el 2021, la recuperación de la actividad económica y el apoyo estatal para aliviar las pérdidas económicas familiares han permitido una cierta recuperación también en los niveles del GHI de las tres regiones del país. Sin embargo, los niveles todavía son superiores a la situación prepandemia. Los efectos de la guerra de Ucrania aún son difíciles de estimar y perdurarán por años. En este contexto, los sistemas alimentarios globales son especialmente vulnerables.