Si no se toman medidas, el mundo no alcanzará la meta de Hambre Cero en 2030. Esta es una de las principales conclusiones del informe Global Hunger Index (GHI) 2020, un ranking sobre el hambre en el mundo que elabora cada año Alliance2015, la plataforma europea de ONG de cooperación y ayuda humanitaria de la que formamos parte desde Ayuda en Acción.
Bajo el título “Una década para alcanzar el reto del hambre cero. Los vínculos entre la salud y los sistemas de alimentación sostenible”, el informe de este año destaca que, pese a los avances, aún hay demasiadas personas que se van a la cama con hambre. Así, aunque la puntuación del hambre a nivel global ha pasado de 28,2 en 2019 a 18,2 en 2020, actualmente casi 690 millones de personas consumen insuficientes calorías. Además,144 millones de niños sufren desnutrición crónica, otros 47 millones tienen desnutrición aguda y más de 5 millones que mueren antes de cumplir cinco años, en muchos casos como consecuencia de la desnutrición. Todas estas cifras no cuentan aún el impacto de la COVID-19, que agravará la inseguridad alimentaria de muchas personas.
El hambre sigue siendo alta en más de 50 países
Las puntuaciones del GHI 2020 han detectado niveles alarmantes de hambre en 3 países: Chad, Timor-Leste y Madagascar. También se ha identificado provisionalmente un hambre alarmante en otros 8 países: Burundi, República Centroafricana, Comoras, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Siria y Yemen. El hambre se clasifica como grave en 31 países y provisionalmente se clasifica como grave en 9.
Las peores cifras se dan en África Subsahariana y Asia Meridional. En ambas partes del mundo el hambre se clasifica como grave, debido en parte a la gran proporción de personas subalimentadas y a las altas tasas de retraso en el crecimiento de los niños. Además, África Subsahariana tiene la tasa de mortalidad infantil más alta del mundo, mientras que Asia Meridional tiene la tasa de emaciación infantil más alta del mundo.
La amenaza de las crisis superpuestas
Otra conclusión destacada del informe es que la superposición de crisis sanitarias, económicas y ambientales de 2020 empeorarán la inseguridad alimentaria y nutricional de millones de personas. La pandemia de la COVID-19 y la consiguiente recesión económica, así como una gran plaga de langostas del desierto en el Cuerno de África (la más virulenta de la última década) y otras crisis, están aumentando las cifras de hambre en el mundo, ya que se suman al hambre existente causada por conflictos, extremos climáticos y crisis económicas.
Hay lugar para la esperanza
También hay noticias esperanzadoras. El Global Hunger Index refleja varios países que, pese a encontrarse todavía en situación alimentaria grave, vienen de unos registros mucho más alarmantes, lo que significa que hay medidas y políticas que han tenido resultado, como es el caso de Angola, Etiopía o Sierra Leona. Sin embargo, como apunta este estudio, la lucha contra el hambre no depende de actuaciones independientes de cada estado, sino de una acción conjunta y global que debe orientarse a cambiar las reglas del comercio mundial de alimentos, transformar el sistema alimentario, incrementar los flujos de ayuda a los pequeños agricultores y combatir los efectos del cambio climático.