Por Julián Donoso (Ayuda en Acción)
En uno de mis viajes a Etiopía conocí a Geraro Geta, un productor de 45 años que debido a la pobre calidad de sus patatas y la dependencia de la lluvia para su producción de camote, no ganaba lo suficiente para alimentar a sus cuatro hijos. El dinero que recibía por su producción no alcanzaba para comprar ropa, materiales escolares o alimentos para todos los miembros de la familia. Uno a uno, sus hijos se fueron marchando de la casa paterna para buscarse la vida. El último se fue con apenas 8 años de edad porque el espacio donde dormía ahora lo ocupa una vaca, que Geraro debe alimentar para ganar un dinero extra. Todos sus hijos se fueron inicialmente a la ciudad de Wolaita, y de allí a Adis Abeba, la capital de Etiopía.
Puede que, desde nuestra perspectiva occidental, no nos quepa en la cabeza cómo un padre puede permitir que esto ocurra, pero la realidad africana es dura, desgarradora. Tanto que deben elegir entre morir de hambre o dejar que sus hijos trabajen.
Geraro mira al futuro con esperanza, porque es parte de una iniciativa que desde Ayuda en Acción hemos puesto en marcha para mejorar la calidad de la producción y asegurar así mejores precios en el mercado. “Con el mayor de mis hijos todavía tengo contacto. Él tiene cómo localizar a sus hermanos. Quiero que vuelvan para poder hacerme cargo de ellos y que no estén expuestos a la violencia de las calles. Cuando venda mi primera cosecha les pediré que vuelvan porque ya tendré dinero suficiente”.
¿Qué come la infancia en África?
A pesar de la dureza de historias como la de Geraro, África goza de un clima privilegiado para que una enorme variedad de verduras, hortalizas y frutas broten de sus tierras. No es de extrañar que sea el lugar de procedencia de alimentos tan extendidos y conocidos como el café, los guisantes, los melones, la oliva, el sésamo y la menta, por citar solo algunos. Hay otros que quizás nos suenen a manjar exótico, como la okra, el maboque o la múcua, fruto del baobab.
África también tiene una cocina rica en muchos sentidos: sus culturas milenarias quedan retratadas en la comida. De esta forma encontramos platos y productos que merece la pena investigar (pero más aún degustar). En Etiopía el plato típico es la injera, una especie de crepe al que se añaden diversos guisos de carne o verdura; se come con la mano, prácticamente a diario. En Mozambique, muy influenciado por Portugal, comen la matapa, uno de los platos más populares del país, hecho con hojas de yuca. Y mi favorito: el matoke, el plato nacional de Uganda, cuyo principal ingrediente es el plátano verde, y según cuentan los jjajjas, fue traído a la tierra por Kintu, el primer hombre; es también uno de los platos más antiguos que se conocen.
Por increíble que parezca, a pesar de contar con esta enorme riqueza, los habitantes de África ven su alimentación muy condicionada: los desastres climáticos (sequías y ciclones), la escasez de tierras para cultivo, las plagas, la falta de conocimiento para una buena gestión de la tierra, los pocos ingresos que reciben por la venta de su escasa producción y/o los elevados precios que deben pagar por productos básicos en tiempos de carestía acaban por limitar una alimentación básica, es decir, la que se compone de tres comidas al día.
Por supuesto quienes más sufren esto son las familias más vulnerables: familias rurales que apenas tienen alternativas en la cría de algunos animales o que no ven que sus tierras generen productos que les permitan ingresar algún beneficio que permita mejorar la alimentación en sus hogares. Y dentro de estas familias, quienes son más perjudicados por una mala alimentación obviamente son los niños y niñas: son quienes sufren las peores consecuencias como el mal desarrollo intelectual y físico.
En este sentido desde Ayuda en Acción financiamos becas de comedor con el doble objetivo de garantizar de una a tres comidas al día, y añadir un incentivo más para que los niños (y sobre todo las niñas) sigan yendo al colegio, sea cual sea la situación de sus familias. Y vamos más allá: promovemos las huertas familiares como una manera de garantizar la alimentación de la familia y potenciar la biodiversidad local.
Como Geraro, trabajamos duramente para que sus hijos puedan volver al lugar del que nunca debieron salir.