Ana llamó a Ayuda en Acción porque quería apadrinar a un niño y añadió: “El que más lo necesite”. Nosotros comenzamos el proceso habitual de alta cuando intuimos que detrás de esa llamada había algo más. Ana estaba muy emocionada -es increíble cómo se detectan las emociones a través del teléfono, desde una sonrisa a una pequeña lágrima-. Entonces, nuestra compañera le hizo una simple pregunta: “Ana, ¿te encuentras bien?”
Sorprendida de que al otro lado del teléfono advirtieran su estado de ánimo, sintió esa comodidad que pocas veces se siente al hablar con un extraño y se animó a contarnos su historia:
“Llevo 15 años intentando quedarme embarazada, comencé tarde a buscarlo, es cierto, pero era el momento en el que mi marido y yo teníamos todo en orden:, tiempo libre y muchas ganas de tener hijos. Los primeros años cada vez que se me retrasaba el período me ponía muy nerviosa, iba a la farmacia, compraba un test, volvía a casa y a esperar. En esos segundos tenía una ilusión increíble, imaginaba cómo se lo contaría a mi marido, a mi madre, a mis hermanas, incluso veía sus caras alegres, emocionados, relucientes… pero entonces venía la tristeza, pena, vacío y toda mi mente se quedaba en silencio. Volvía a mi rutina y comenzaba el círculo de nuevo: retrasos, farmacia, test, emoción, decepción.
Hoy he ido a la farmacia, he pedido un test, he notado la indiscreta mirada de una de las dependientas, he vuelto a mi casa riéndome de mí misma, pensando “pero dónde vas, Ana, que tienes 50 añazos”, me he arrastrado hacia el baño -aún acordándome de la cara de la farmacéutica-, he esperado los minutos de rigor, he dejado la mente en blanco y… ¡¡¡ha salido positivo!!! Entonces me he desplomado en el suelo y no he pensado ni a quién ni cómo iba a contarlo -y eso que ahora sí que es una noticia impactante-. Únicamente me he levantado, he cogido el teléfono y os he llamado.
Hay algo que no os he contado: la tercera vez que me hice un test y salió negativo, hice la promesa de que, si alguna vez daba positivo, lo primero que iba a hacer era apadrinar a un niño. Soy socia de otras causas de vuestra organización, pero quería apadrinar a un niño o niña con Wedu para que mi hijo/a creciera sabiendo que hay menores que no tienen su misma suerte, que entendiera el valor de la solidaridad. Me hacía ilusión que supiese que el día en que apadrinamos a un niño fue el día en el que su madre se enteró de que iba a tenerlo”.
Pero ¿quién es Ana?
Buceando en nuestra base de datos y tras hacer un estudio estadístico hemos detectado una serie de factores comunes que distinguen a este grupo de mujeres, a las “Anas” de España:
Todos sabemos que España está considerada como uno de los países más solidarios de la UE. Vivimos en un país donde las personas por lo general empatizan y se sensibilizan con las desgracias y problemas ajenos. Nosotros podemos dar fe de ello, llevamos 35 años trabajando gracias a la solidaridad de nuestros socios y socias; gracias a su apoyo constante hemos podido cambiar realidades muy duras y mejorar las condiciones de vida de millones de personas.
Pero dentro de nuestra base social hay un pico, un porcentaje de personas que tienen una serie de características comunes. Se trata de un perfil -el que tiene Ana- que se repite y que hoy queremos compartirlo contigo:
- Mujeres de entre 45-55 años
- Universitarias y activas profesionalmente
- Casada y con hijos
- Reside en provincias
- Activas en los nuevos medios digitales
Ana es una mujer formada que lleva más de 15 años trabajando, ocupa un puesto intermedio con ingresos medio-altos. Además, el marido de Ana también trabaja. Un dato relevante es que según el censo de 2011, en el 43,6% de las parejas españolas trabajan ambos cónyuges, y superan con mucha distancia a las parejas donde solo trabaja el hombre (27,8%).
Ana solo tiene una hija y no es casualidad, ya que el porcentaje de las mujeres que nacieron en España en 1965 que tienen un solo hijo casi cuatriplica (27,6%) el de las nacidas en 1940 (7,4%). Las familias de un solo hijo o hija comienzan a ser muy frecuentes y aumentan considerablemente en España.
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A pesar de dedicar gran parte de su tiempo al trabajo y la familia, Ana comienza a tener ratitos libres. Su hija se ha hecho mayor y ya no requiere tanto de su atención, domina su trabajo y ha aprendido a canalizar su estrés, por lo que puede dedicar más tiempo a sus hobbies, a causas solidarias y, en general, a su vida social.
Y, aunque no lo parezca, es muy digital, tiene smartphone y Tablet. Estos dispositivos los utiliza sobre todo para estar en contacto con su familia, amigos y para informarse de la actualidad del mundo. Es muy activa con algunas aplicaciones móviles. A veces se conecta a las redes sociales: aunque no lo confiese, le gusta curiosear las fotos de sus sobrinos y amigos. Suele leer la prensa digital, está al tanto de la actualidad política y visita páginas web de temas muy concretos como jardinería, belleza, recetas, decoración, etc.
Cuando realiza compras online, Ana es más cauta y cuidadosa que los más jóvenes a la hora de dejar su información más delicada. No se fía de dejar sus datos bancarios ahí, en “la nube”, por las buenas.
Pero lo más importante es que Ana es una mujer comprometida, que en su día reivindicó la autonomía de la mujer y sus derechos, lucha para una vida mejor para su hija basada en la educación y la formación. Se identifica con causas como la pobreza infantil, el derecho de la mujer y los problemas de su país.
Si has llegado hasta aquí es que… ¡tú también eres una “Ana”!