La violencia intrafamiliar, ¿te suena? Seguro que lo has oído mil veces, pero, ¿realmente sabes qué es? A veces se usa como sinónimo de violencia de género, pero ¿es lo mismo o no? Quizás creas que es un término más preciso, pero ¿realmente es así? El caso es que, aunque no sepamos mucho sobre ella, la hemos escuchado más de una vez.
¡Vamos a explorar qué es realmente la violencia intrafamiliar y, de paso, a desmontar algunos bulos! 🧐
¿Qué es la violencia intrafamiliar?
La violencia intrafamiliar no existe. Sí, lo has leído bien. Aunque es un término que se repite sin cesar, no aparece en nuestras leyes. No es correcto. Es importante llamar a las cosas por su nombre, porque reconocer y entender lo que recoge la ley es el primer paso para combatir la violencia. Y no, la violencia intrafamiliar no existe. Entonces, ¿cómo se llama?
Violencia doméstica. Seguro que te suena. Este es el término que recoge nuestra legislación. Se refiere a la violencia ejercida por cualquier miembro de una familia hacia otro, por distintos motivos. Puede ocurrir dentro del hogar y las víctimas pueden ser hombres o mujeres, menores o adultos.
La violencia doméstica está regulada en el artículo 173.2 del Código Penal. Este artículo dice que quien ejerza violencia física o psicológica contra su pareja o expareja (casados o no, y aunque no vivan juntos), sus hijos, padres, hermanos, menores o personas con diversidad funcional bajo su cuidado o convivencia, puede enfrentarse a graves consecuencias.
Diferencia entre violencia intrafamiliar y violencia de género
El lenguaje es poderoso. Nos sirve para entendernos, para expresarnos, pero también para nombrar lo que ocurre a nuestro alrededor. Cuando hablamos de algo tan grave como la violencia machista, no podemos usar términos confusos o, peor, engañosos. Porque no, violencia intrafamiliar no es lo mismo que violencia de género.
Hay una violencia estructural que afecta a las mujeres por el simple hecho de ser mujeres. No es una opinión, es un hecho. Al tratar de ponerle otro nombre o minimizar su causa, corremos el riesgo de invisibilizar a las víctimas y justificar lo injustificable. Así que llamemos a las cosas por lo que son.
¿Qué dice la Ley de Violencia de Género?
La violencia de género tiene un nombre y un marco legal que la define con claridad. Se refiere a toda forma de violencia ejercida por hombres contra mujeres con quienes tienen o han tenido una relación afectiva. Esto incluye violencia física, psicológica, agresiones sexuales, amenazas, coacciones e incluso privaciones de libertad. En pocas palabras, es una violencia que no solo daña el cuerpo o la mente de una mujer, sino que también busca controlar cada aspecto de su vida: desde su libertad sexual hasta su capacidad de decidir.
¿Y qué pasa con la violencia intrafamiliar?
Aquí es donde a veces se lían las cosas. La violencia intrafamiliar – el término erróneo para nombrar a la violencia doméstica- ocurre dentro del ámbito familiar y puede afectar a cualquier miembro: hijos, hermanos, ancianos, etc. Es un problema real, pero diferente.
La violencia de género, en cambio, puede ser intrafamiliar o no. Lo que importa es el motivo detrás de ella: en este caso, el género. El agresor busca controlar y dañar a la mujer simplemente por ser mujer.
¿Qué dice el Convenio de Estambul?
El Convenio de Estambul, que es la guía para muchos países en esta materia, lo deja claro: la violencia machista tiene su propio término porque es una forma específica de opresión. Y sí, existe la violencia dentro de la familia, pero no podemos meterlo todo en el mismo saco.
No se trata solo de palabras. Hablar con precisión es fundamental para entender, prevenir y combatir la violencia que sufren las mujeres. Porque las palabras no solo nombran, también denuncian y, en esta lucha, no hay espacio para eufemismos.

Hablar de violencia intrafamiliar: un error con graves consecuencias
Hablar de violencia intrafamiliar en lugar de violencia de género no es solo un error terminológico, es un retroceso peligroso. Para empezar, reduce el problema a lo privado, como si fuese un asunto doméstico, algo que ocurre de puertas para adentro y que afecta únicamente a la pareja o la familia. Pero no es así. La violencia de género es un símbolo de la desigualdad estructural que sigue presente en nuestra sociedad y no se limita a las relaciones familiares.
Cuando hablamos de violencia de género, hablamos también de las agresiones, el acoso y las amenazas que sufren las mujeres por parte de hombres con los que no tienen ningún vínculo afectivo. Reducir esta realidad a la mal llamada “violencia intrafamiliar” es ignorar estas vivencias y, peor aún, es devolver el problema a la esfera privada, donde históricamente ha sido silenciado. Esto no solo invisibiliza a las víctimas, sino que pone en riesgo los avances logrados en su protección.
Confundir ambos conceptos tiene consecuencias reales. Si no entendemos que la violencia de género tiene sus causas específicas, tampoco podremos ofrecer las respuestas adecuadas para proteger a las víctimas. Este error puede llevar a tomar decisiones erradas en políticas públicas, protocolos de actuación y sistemas de protección, dejando a muchas mujeres frente a una violencia que no es solo personal, sino profundamente política y social.
No es solo un tema de palabras, es un tema de justicia. La violencia de género no es un problema doméstico, es un problema de todos y todas.