A finales de febrero en el Pacifico Sur, se formó un inusual sistema de baja presión denominado “Yaku”, un “ciclón de características tropicales no organizado” originado por el calentamiento anómalo de las aguas del océano. El principal efecto fue el aumento considerable de las precipitaciones al sur de Ecuador y al norte del Perú.
El 3 de marzo se declara el Estado de Emergencia en varios departamentos de Perú por peligro inminente ante intensas precipitaciones pluviales. A partir del 10 de marzo, se produjeron lluvias extremas en la costa norte y centro del Perú.
Existen una serie de impactos asociados a las inundaciones que se manifiestan días o semanas después al evento; por ejemplo, proliferación del Aedes Aegypty, vector que transmite el Dengue, así como el incremento de roedores, principales vectores de la Leptospirosis, siendo necesario incorporar acciones de fumigación y desinfección, especialmente de zonas críticas y/o vulnerables como Instituciones Educativas y/o Centros de Salud. Es importante considerar que, tras la pandemia, este sector se encuentra muy debilitado como para hacer frente rápida y eficientemente a otras crisis de naturaleza extendida en el territorio.
Localidades urbanas, o más cercanas a medianas y grandes ciudades tienen mayor disponibilidad de recursos y vienen enfrentando la emergencia con mayor éxito; sin embargo, localidades más alejadas y rurales presentan serios problemas en la capacidad de respuesta. En la región de Lambayeque se han instalado aprox. 36 albergues, siendo el distrito de Íllimo el que tiene concentra la mayor cantidad de albergues.
Finalmente, el 26 de marzo el Estado peruano eleva el nivel de emergencia de 4 a 5, que declara el Estado de Emergencia Nacional, por desastre de gran magnitud, a consecuencia de intensas precipitaciones pluviales en tres de los departamentos más afectados de Lambayeque, Piura y Tumbes.