Hace unos meses os contábamos la historia de Evita, esa madre superlativa, de 6 hijos, que vive en una casa sin electricidad, agua corriente, ni baño, ni cocina; en la provincia de Gran Chimú, en Perú. Hoy queremos que conozcáis a su hija Anaís, de 8 años, mostrando cómo es su día a día.


Anaís se despierta muy temprano, con los primeros rayos de sol de la mañana, su día se adapta a las horas de la luz natural, a falta de persianas o bombillas. Camina más de una hora, acompañada de su hermano, hasta llegar a la escuela, atravesando caminos pedregosos, riachuelos, y hasta puentes colgantes, en muy mal estado. En época de lluvias ambos llegan empapados a la escuela, y en invierno, el camino de vuelta, es peligroso porque lo hacen de noche.


Vidas paralelas Ayuda en Acción


 


Anáis desayuna en el colegio, junto con algunas de sus compañeros, antes de comenzar las clases. Por suerte, aquí recibe un desayuno variado, ya que la dieta en su casa se limita al maíz, el arroz y la patata, alimentos que cultivan en su pequeño huerto familiar. Sin embargo, ni siquiera cuentan con esa seguridad alimentaria, ya que la cosecha se ve condicionada por las lluvias o la sequía.


El aula dónde estudia cuenta con unos medios muy precarios y los materiales educativos son insuficientes. Anaís solo tiene un cuaderno para todo el curso, y no cuenta con todos los libros de texto, pero al menos, a diferencia de su madre Evita, Anaís tiene la oportunidad de ir a la escuela y recibir una educación.


Al concluir las clases, Anaís vuelve a su casa, para acompañar a su madre a por agua. Deben caminar más de media hora hasta llegar al río más cercano. Además, le echa un mano en las tareas del hogar y demás necesidades de trabajo en el campo. No hay tiempo para el juego, la diversión, ni siquiera, para los deberes.



 


Vidas paralelas, ¿mismas oportunidades?


Al otro lado de mundo, en España, en Madrid, vive Nacho. Un niño de la misma edad que Anaís, pero con una vida mucho más acomodada.


Se despierta cada mañana con el sonido de su reloj despertador, acompañado de los buenos días de su madre, mientras abre la persiana de su habitación. Desayuna junto con su hermana y sus padres en la cocina, un menú muy completo de zumo, leche con cereales y/o galletas, y una pieza de fruta. Su dieta es muy equilibrada y el frigorífico siempre está lleno. Su madre les prepara, a él y a su hermana, la tartera con los bocadillos y la fruta para el medio día, y tras revisar que las mochilas lleven todos los libros, cuadernos y demás material escolar, se despiden de ella para irse con su padre, que les lleva en coche al colegio. Cuando hace buen tiempo, la vuelta a casa es caminando, para pasar por el parque, y poder jugar con los amigos del barrio.


Nacho es buen estudiante, le gusta la tecnología y en el colegio cuenta con todos los medios necesarios para conseguir sus metas: de mayor quiere ser creador de videojuegos. Irá a la universidad para hacer la carrera de ingeniería, como su padre.



 


Anaís, por el contrario, no tiene la misma perspectiva de futuro. A pesar de ser una niña con muchas posibilidades de llegar lejos, según comenta su profesora, sabe que a los 12 años tendrá que dejar los estudios para trabajar con su familia en el campo, sin poder salir de la situación de pobreza.


La realidad de muchas personas parecen ser vidas paralelas, pero las oportunidades a las que tienen acceso condicionan sus aspiraciones a un futuro mejor. El lugar donde nacen, si son niños o niñas, si sus familias arrastran o no una situación de pobreza, determinan su destino.


Visita: www.vidasparalelas.org