Actualizado: 11/11/2021
Esther huyó de Sudán del Sur hacia Uganda junto a sus seis hermanos cuando estalló la guerra en su país. Solo tenía 13 años. Sus padres murieron durante el conflicto y ella y sus hermanos consiguieron salir corriendo de Sudán y salvar la vida. El camino estuvo lleno de dificultades pero pudieron sobrevivir.
“Cuando la guerra comenzó muchos de nosotros perdimos a seres queridos, amigos, familiares… tuvimos que dejar atrás los lugares donde habíamos vivido, dejamos la escuela y vinimos aquí al campo. Recuerdo todo lo que sufrimos en nuestra huida. Llevábamos los pies descalzos y apenas podíamos beber o comer y escuchábamos los disparos… teníamos que correr lo más rápido que podíamos para poder salvar la vida. Estábamos aterrados con el ruido de los fusiles que no cesaba y veías caer a las personas a las que les alcanzaban los disparos enfrente de ti. Todavía hoy me vienen a la memoria esos recuerdos y no consigo dormir. Cuando llegamos a Uganda nos sentimos por fin seguros. Dejamos de oír los disparos de los rifles. Las personas aquí eran muy amables y nos acogieron muy bien”.
Esther nos cuenta que lo que más deseaba al llegar a Uganda era poder estudiar para conseguir labrarse un futuro, pero sin recursos era imposible. Gracias a una beca de estudio de Ayuda en Acción pudo volver a la escuela, recuperó la ilusión y sacó las fuerzas necesarias para reconducir su vida y construir su futuro con el objetivo de llegar a cumplir su sueño: ser ingeniera. Ha terminado sus estudios previos a la universidad con muy buenas notas, ahora espera poder estudiar su carrera. Ella está dispuesta y preparada, solo necesita apoyo.
Esther, que hoy tiene 21 años, es una de los miles de personas que han encontrado refugio en Uganda, el país africano que más refugiados acoge y cuya política migratoria es considerada por la ONU como una de las más progresistas y abiertas del mundo.
Uganda, ejemplo de hospitalidad
Cada semana, unas 100 personas llegan a la frontera de Uganda. Demasiadas para un país al que se le agotan los recursos, pero muy pocas si tenemos en cuenta que entre 2016 y finales de 2017 entraban más de 2.000 personas al día. La mayoría son mujeres y menores que huyen de las guerras, el hambre y las miserias de sus países.
La lotería de la vida no ha sido generosa con estas personas que abandonan su hogar en busca de una tierra donde sentirse seguras y comenzar de cero. La mayoría proceden de Sudán del Sur, cuya guerra civil entre 2013 y 2018 ha matado ya a más de dos millones de personas y desplazado a otros cuatro, aunque esta última cifra no para de crecer.
Cuando pisan suelo ugandés están exhaustas, deshidratadas y, sobre todo, muy asustadas. Al llegar, reciben atención sanitaria, se les asigna documentación y un terreno donde poder vivir y cultivar sus propios alimentos. No viven en campamentos cerrados y apartados, sino en quince asentamientos ubicados junto a la población local en diferentes puntos del país, aunque la mayor parte se concentra en el norte.
Uganda posee la ley de refugiados más generosa que se conoce. Dictada en 2006, permite a estas personas disfrutar de todos los servicios que ofrece el país para poder vivir con dignidad: libertad de movimientos, acceso al mismo sistema sanitario y educativo que la población local, derecho al agua, acceso en igualdad de condiciones a trabajos remunerados, etc. Una hospitalidad que, sin embargo, contrasta con la falta de recursos: Uganda es uno de los países más pobres del mundo (su Índice de Desarrollo Humano la sitúa en el puesto 162 de 169 países) por lo que, a pesar de las buenas intenciones, su capacidad de respuesta se agota.
Una juventud que mira al futuro
En Ayuda en Acción creemos que la educación en entornos seguros es fundamental para que la juventud refugiada en el país consiga un futuro digno. Esto implica no sólo garantizar su acceso a la educación, sino también el fomento de la cultura de la paz, diálogo y resolución de conflictos; así como la promoción de la igualdad de género y la sensibilización de las comunidades para prevenir la violencia machista.
Nuestro objetivo principal es asegurar que la juventud pueda tener oportunidades y evitar así que regresen a Sudán del Sur para enrolarse en alguna facción armada a cambio de dinero o que las chicas sean susceptibles de ser moneda de cambio en las familias para obtener recursos.