El frío va llegando y, con él, una de las fechas que en los últimos años ha cobrado más relevancia: Halloween. Esta festividad, que en realidad tiene su origen en Europa, viajó de la mano de los irlandeses para llegar a Estados Unidos, donde el originario Samaín, de origen celta, se transformó en el siglo XVI en lo que a día de hoy conocemos como Halloween o, según reconversión cristiana, El día de Todos los Santos.


No obstante, independientemente de su denominación, la leyenda sigue siendo la misma, y es que durante la noche del 31 de octubre, punto fronterizo entre el final real del verano y el comienzo del “periodo de oscuridad”, los difuntos podían despertarse para regresar al mundo de los vivos. Esta fecha tan señalada, que se ha popularizado en las últimas décadas entre su público más joven, es hoy motivo de celebración y diversión en prácticamente todos los centros educativos de España.


No podemos evitar pensar en el lado más oscuro de la fecha y preguntarnos sobre cómo gestionar las emociones de la infancia frente al concepto de la muerte, y cómo ayudarles. Desde Ayuda en Acción queremos compartir en este espacio algunas experiencias curiosas y consejos que os podrán ayudar a afrontar el tema de la muerte con vuestros hijos e hijas.


Los animales: una primera experiencia de pérdida común durante la infancia


A menudo sobreprotegemos a la infancia para que no sufra. Si bien dentro de nuestras posibilidades es positivo ahorrarles el máximo sufrimiento, a veces ello puede ser contraproducente, impidiendo que sepan gestionar sus emociones en su etapa adulta o provocando experiencias más traumáticas cuando se enfrentan a situaciones dolorosas. Entre ellas se encuentra una sobreprotección común, que es la de convertir el tema de la muerte en tabú, ignorando su existencia. Y por desgracia, la muerte es de las pocas cosas ante las que el ser humano, sea pequeño, joven o adulto, está expuesto y no puede controlar.


Los animales pueden ser una primera toma de contacto y de utilidad para lidiar con este tema, donde el duelo no es tan traumático como la pérdida de un ser querido. Esto es lo que ocurrió en uno de los centros educativos con los que colabora Ayuda en Acción a través de su programa Aquí también de apoyo a la infancia y familias en la ciudad de A Coruña. Allí, y como parte de nuestra apuesta por actividades de innovación educativa, apoyamos gracias a la colaboración de Fundación Repsol el desarrollo de un gallinero y un huerto escolar para el fomento de hábitos saludables y la adquisición de competencias y habilidades para la vida entre su alumnado. Sin duda, todo un privilegio para un colegio urbano, donde se recupera la conexión con la naturaleza y los animales, y en el que los niños y niñas trabajan para cuidar de las frutas, verduras y hortalizas que cosechan, mimando además a sus “pitas” o gallinas para que puedan poner huevos.


Un fin de semana cualquiera, el gallinero del CEIP San Pedro de Visma recibió la visita inesperada de un zorro que mató a varias de sus gallinas. Aunque varias se retiraron a tiempo antes de que pudiese verlas su alumnado, ello no impidió que el lunes los pequeños encargados del cuidado de las gallinas encontrasen a una de ellas decapitada entre las silvas del colegio. A priori, fue un hallazgo que causó impacto, tristeza e incluso rabia entre niños y niñas. Sin embargo, fue una oportunidad de aprendizaje, gracias a la cual el profesorado aprovechó para explicar cómo la muerte forma parte del ciclo de la vida y cómo funciona la cadena alimenticia.


Algunos asimilaron esta enseñanza vital más rápido y a otros les llevó un poquito más de tiempo, pasando por las distintas etapas del duelo (incluso de enfado contra el zorro) y ayudándoles a vivir y lidiar con este tipo de emociones. A pesar de estos momentos difíciles, todos ellos y por iniciativa propia, decidieron rendir homenaje a sus gallinas y enterrarlas en un lugar privilegiado del colegio, decorando la “tumba” con piedras blancas y flores que ellos mismos habían plantado en el huerto escolar. Igual que Halloween, convirtieron este ritual en un acto de celebración, convirtiéndose a día de hoy en una anécdota destacada en el colegio que, con el tiempo, los chavales han pasado a contar con gran naturalidad a sus visitantes.


Una experiencia como esta, les ha permitido “normalizar” un poco más la muerte, entender el ciclo de la vida y tomar medidas para mejorar el gallinero, además de proteger a las gallinas nuevas, a las cuales recibieron con gran ilusión. Por otra parte, les ha permitido comprender que a día de hoy las gallinas que fallecieron serán el abono que permite crecer a las plantas de la tierra en la que están.



Tener acceso a una educación de calidad permite romper el círculo de la pobreza.