“Antes mi marido está buscando trabajos y chatarra para los niños y pagar piso. Luchando para hacer todo esto. Yo estoy en talleres para estudiar y saber mucho. Estas clases para venir a estudiar español es más importante, porque cuando llega papel tienes que saber antes qué firmar. Rellenarlo tú sola sin ayuda de nadie”.


Binta Sumbundu, originaria de Gambia y madre de 3 hijos, no ha oído nunca la palabra “alfabetización” pero sabe que aprender el idioma de nuestro país le puede abrir puertas. Las que durante los 7 años que lleva viviendo en España han estado cerradas para ella por no conocer la lengua.


En todo el mundo, 758 millones de adultos tienen dificultades para leer y escribir según la UNESCO. De ellos, dos terceras partes son mujeres. En el Día Internacional de la Alfabetización, comprobamos que esta sigue siendo una asignatura pendiente también en nuestro país, donde en principio pensaríamos que es una lacra extinguida. De hecho, España presenta esta paradoja: superamos la media de la UE-28 en cuanto a jóvenes que consiguen un título de educación superior (40%), pero al mismo tiempo la proporción de personas de 25 a 64 años con un nivel educativo bajo es uno de los más altos de Europa, solo por detrás de Portugal, Turquía y Malta. Por eso, la alfabetización no es solo un desafío en los países en desarrollo.


«No solo es una clase de español, hay unos principios». Rafael Arcos, profesor de español para adultos


La de Binta es solo una de las historias que conoce bien Rafael Arcos, su profesor de español en los cursos de formación y empleabilidad que Ayuda en Acción y la Fundación San Ezequiel Moreno llevan a cabo en el centro Andrés Manjón de Zaragoza. En la clase hay catorce mujeres de dos continentes: dos de China y doce de África (Marruecos, Argelia, Gambia, Nigeria, Mali y Costa de Marfil). “Hay muchas cosas que las unen, primero como seres humanos y luego como mujeres. No solo es una clase de español, hay unos principios: la solidaridad es fundamental y yo la trabajo desde el primer día para tener esa sensación de pertenencia positiva a un grupo”, explica Rafael.


Pero, ¿cómo funciona una clase de alfabetización para adultos en España?



Programa de formación e inclusión socio-laboral de AeA Zaragoza


En primer lugar, es necesario evaluar el nivel inicial de las mujeres porque cada una tiene uno diferente. “Había mujeres que partían de cero, otras se defendían un poco. Con la asistencia a clase después de todos estos meses hay muchas que han alcanzado un nivel bastante aceptable. Además, trabajamos al margen del español, por ejemplo, comidas saludables, de educación de los niños o aspectos grupales de apoyo: si necesitas algo yo te ayudo. Eso me parece muy positivo”.


Además, el aprendizaje y el descubrimiento ha sido mutuo. “Yo me he dado cuenta dando clases de que hay muchas mujeres que podrían haber hecho una carrera de medicina o de derecho si hubieran tenido una situación justa desde que nacieron”, reconoce el profesor, que enseguida añade: “esta injusticia me cabrea. Hace que mujeres como estas, personas muy brillantes, muy rápidas, estén aprendiendo a un nivel de primaria”.


Algo más que aprender español


Podría haber sido el caso de Binta. A sus 29 años esta alumna de Rafael tiene un nivel de español inferior al de sus dos hijos mayores, que estudian 2º de primaria. Su historia es similar a la de sus compañeras de clase de alfabetización: un nivel socio-económico bajo, problemas para llegar a fin de mes, para poner en regla sus papeles… y, sin embargo, desprende mentalidad positiva, el sueño de conseguir una vida mejor que la que le ha tocado vivir para sus hijos y una ilusión que no pierde a pesar de las adversidades.


“Tuve a todos mis hijos aquí. Me casé en África y salí de mi país para buscar un futuro mejor. No hay trabajo ahí, por eso vine aquí para buscar dinero para cuidar nosotros familia. Yo estoy en talleres para estudiar y saber mucho. Aprender a hablar español bien y aprender mucha cosa. Informática también me gusta mucho, sí.  Necesito un trabajo para ser más fácil. Antes no sabía hacer nada pero ahora yo creo que mejor. Estoy muy contenta”, dice Binta.



alfabetizacion mujeres

Binta tiene 29 años, 3 hijos y salió de Gambia en busca de un futuro mejor, que hoy pasa por aprender español. ©Ayuda en Acción



Para Rafael, su profesor, su mayor satisfacción está siendo “ver cómo aprenden, cómo mejoran, para mí es un placer”. También conseguir la unidad del grupo: “si necesitas algo, yo te ayudo… Eso me parece muy positivo”.


Sin embargo, con mucha humildad, resta importancia a lo que está consiguiendo: “No estoy haciendo algo extraordinario; creo que tenemos una obligación como seres humanos y además recibimos siempre en contraprestación. Si pasas por el mundo sin haber echado una mano a los demás, sin ayudar a los demás, has perdido parte del significado que tiene la vida. Si estás en una situación mejor que los demás debes ayudar. A través de la enseñanza consigues cambiar la sociedad y cambiarlo todo”. 


 


«Si pasas por el mundo sin haber echado una mano a los demás has perdido parte del significado que tiene la vida». Rafael Arcos, profesor de español para adultos


Antes de despedirnos de Binta y de Rafael, queda una última pregunta en el aire: ¿cuál es el reto de la alfabetización en el futuro?


Rafael lo tiene claro: “que la siguiente generación, los hijos de todas estas mujeres, se integren, estén a gusto, convivan, consigan un trabajo y tengan la religión que tengan, tengan la cultura que tengan, coman lo que quieran comer, estén integrados, respetados, tolerados y se vean como iguales al resto de la sociedad y que hagan la vida más fácil a sus padres y les abran puertas”.


Gracias al apoyo de Ayuda en Acción y a profesores comprometidos como Rafael, Binta y sus compañeras han abierto ya la puerta a un futuro mejor con la llave de la alfabetización en sus manos.