Las oportunidades para la juventud de comunidades rurales de Bolivia son muy limitadas. Sin embargo, las potencialidades son muchas. Tras años de trabajo en zonas como Cotagaita, Sucre o El Alto detectamos la necesidad de instaurar formación secundaria con enfoque técnico y de género para mejorar el futuro de la juventud emprendedora que de otra forma no tenía más salidas que la migración, en muchos de los casos.

Junto con la Agencia Andaluza de Cooperación al Desarrollo (AACID) nos pusimos manos a la obra para iniciar el proyecto. El objetivo era desarrollar capacidades en formación técnica entre la juventud de esas comunidades. Poniéndolas en práctica empezarían a gestar sus propios negocios, algo que les ayudaría a fortalecer su economía familiar. No olvidemos que precisamente eso era uno de los principales motivos de abandono de estudios.

Durante años hemos puesto en marcha un proceso de formación integral que ha incluido, además de la teoría, la necesidad de poner en práctica proyectos de emprendimiento ideados por el propio alumnado, su puesta en ejecución y la evaluación del propio negocio.

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Juan Gabriel: la historia de un joven emprendedor


En la comunidad de Totora I, en el municipio de Cotagaita, Juan Gabriel Cruz (adolescente de 16 años) es ejemplo de esta juventud emprendedora. Ha participado activamente de todas las actividades que hemos organizado en este proyecto. Su interés, curiosidad y compromiso le ha hecho destacar. Su empeño ha sido tal punto que llegado a presentar su proyecto de emprendimiento sobre producción de miel en su propio pueblo. Pero no fue el único: otros jóvenes participantes presentaron ideas de negocio basados en la robótica o en la producción agrícola.

La comisión interdisciplinaria del proyecto evaluó las ideas bajo tres criterios:

  1. bajos recursos económicos.

  2. conocimiento básico en el tema.

  3. interés y voluntad para hacer el proyecto.


El proyecto de Gabriel fue uno de los 15 seleccionados en Cotagaita. Cuando le tocó defender su proyecto, explicó cómo tenía pensado comercializar su producto: “lo haré en envases plásticos de un kilo y de medio kilo, ya tengo pensado el precio y los mercados donde la llevaré”, dijo orgulloso.

Al ser su proyecto uno de los ganadores, recibió herramientas e insumos para iniciar su proyecto de apicultura. Gracias a ello ha sido capaz de montar un apiario en su comunidad: “he hecho realidad mi propuesta y también mis sueños”. Hoy, en las ferias de productores, llama la atención por su producto y desde luego, por su juventud. Pero aún le queda mucho camino por recorrer en cuanto a la comercialización de su miel.

La experiencia de estos jóvenes emprendedores no se ha quedado solo en el centro de formación, sino que las familias de todos ellos fueron invitados a conocer los proyectos que habían presentado otros alumnos y alumnas. Es una forma de crear redes de unión y de trabajo colaborativo. Los padres de Juan Gabriel no pueden estar más felices con el cambio en la vida de su hijo: “estoy muy agradecida por el apoyo brindado al emprendimiento de Gabriel, porque así él se queda en la comunidad y ayuda a que sea mejor”.

 

(*Artículo escrito por Yovana Mirna y Noemí García)