Los valores éticos rigen la conducta de una persona, sobre todo en cómo se relaciona con las demás. De forma individual es posible tener ciertos valores éticos, pero sí hay algunos que destacan por encima de otros por la importancia que tienen en todos los niveles.

En concreto identificamos cuatro valores éticos fundamentales que son los siguientes: respeto, justicia, responsabilidad, honestidad y libertad. ¿Quieres saber más sobre ellos? ¡Sigue leyendo!

¿Qué son los valores éticos?


Si nos preguntamos qué son los valores éticos, debemos considerarlos como aquellos que estructuran el comportamiento de los seres humanos. Son, por tanto, las bases sobre las que se sustenta cómo nos comportamos con el resto de personas desde un punto de vista positivo y siempre intentando no afectar de manera negativa.

De esta forma, la lista de valores éticos se concibe como guías de comportamiento, que son aceptadas por lo general por la sociedad en la que se vive, con el fin de diferenciar qué es correcto y qué no lo es.

¿Qué papel tiene la familia y la institución educativa en los valores éticos?


El significado de valores éticos es bastante universal, sin embargo, cómo se adquieren y cómo se afrontan forma parte de la personalidad individual y es algo muy condicionado sobre todo por el entorno familiar y la educación.

La familia tiene la responsabilidad de promover entre los más pequeños de la casa la educación y el buen comportamiento, sobre todo en relación a los demás.

Por tanto, se concibe como el entorno más importante para que la infancia aprenda los valores éticos y los aproveche en su socialización de cara a los demás.

Casi de forma paralela, las instituciones educativas también tienen una relevancia clave en transmitir el significado de valores éticos entre estudiantes de todas las edades y promover que su conducta se base en ellos, con el fin de mantener una armonía social.

Se trata de un concepto clave que expone la responsabilidad de los centros docentes no solamente de impartir conocimientos académicos, sino también de instruir al alumnado en valores éticos que les permitan convertirse en mejores personas.

De forma conjunta, familia e institución educativa pueden transmitir así unos valores éticos a los más pequeños de la sociedad, siempre teniendo en cuenta que, si bien la personalidad propia les hará priorizar unos u otros, hay ciertos valores fundamentales que siempre deberían respetarse.

Cuatro ejemplos de valores éticos fundamentales


De valores éticos tenemos infinidad de ejemplos y listarlos sería un reto considerable. Sin embargo, es innegable que hay ciertos valores éticos fundamentales que tienen una mayor importancia. Se trata de respeto, justicia, responsabilidad, honestidad y libertad. A continuación te detallamos en qué consiste cada uno de ellos y por qué tienen tanta relevancia en nuestras sociedades.

El respeto construye nuestras relaciones


Empezamos hablando del respeto porque es, muy probablemente, uno de los primeros valores éticos que adquirimos en la infancia. El respeto es, ni más ni menos, que la base a través de la que se relacionan las personas y la vía para compartir intereses y necesidades en cualquier contexto: trabajo, familia, amistades, estudios…

Es el valor bidireccional por excelencia, pues solo se entiende en ambas direcciones: respeto a los padres, madres u a otras figuras de autoridad, a la naturaleza, a la ley. También ayuda a entender otros valores éticos como la tolerancia o valores humanos como la empatía. Algunos buenos ejemplos para trabajar el respeto si tenemos hijos e hijas o queremos tratar este tema en clase como docentes, o, simplemente, combatir el acoso escolar, son películas como Up (Pete Docter y Bob Peterson, 2009), Gru, mi villano favorito (Pierre Coffin y Chris Renaud, 2010) o Babe, el cerdito valiente (Chris Noonan, 1995), donde, además del respeto, surgen cuestiones como la solidaridad, la voluntad, la amabilidad… Para adolescentes y adultos, títulos como American History X (Tony Kaye, 1998) o el clásico Eduardo Manostijeras (1991) de Tim Burton serán perfectos.

La justicia como marco de nuestras relaciones


A diferencia del respeto, la justicia se encarga de ser equitativa con las personas de un modo imparcial y aplicando reglamentos aceptados por el grueso de la sociedad y enfocados hacia el bien común. En este caso, justicia como término, no es más que la concepción que cada época tiene sobre sus normas jurídicas, y aspira a mantener la armonía entre personas y entre personas e instituciones. Aunque la concepción de lo justo puede variar entre sociedades, en todas ellas existe un marco jurídico y la mayoría de los seres humanos tienen una concepción mental de su significado y una aspiración hacia este tipo de acciones. Libros como Ivanhoe (Walter Scott, 1820), Crimen y castigo (Fiódor Dostoyevski, 1866) o la historia de Antígona, de Sófocles son tres ejemplos clásicos de obras que han tratado en detalle la concepción de justicia y algunos de los problemas cuando las mismas entran en contradicción: justicia social, justicia política, justicia familiar…

Honestidad: sinceridad individual y colectiva


Nuestras sociedades no podrían funcionar sin justicia ni respeto, pero tampoco sin el establecimiento de compromisos y la asunción de responsabilidades. Las personas asumimos, conscientemente, una serie de obligaciones y respondemos ante las consecuencias derivadas en todos los ámbitos de la vida: trabajo, familia, amigos… Desde adoptar a un perro como nuevo miembro de la familia y cuidarlo toda su vida (comida, atenciones, paseos, gastos veterinarios), hasta aceptar un trabajo y realizar esta labor con tenacidad y estabilidad durante toda la duración del contrato. En los últimos años se han popularizado mucho los documentales que denuncian la falta de responsabilidad de entidades públicas o privadas, o de la sociedad en general, como Super Size Me (Morgan Spurlock, 2004) sobre la comida basura en EE. UU. o An Incovenient Truth (Davis Guggenheim, 2006) acerca del proceso de denuncia de Al Gore en relación con las causas y consecuencias del cambio climático.

Libertad, el valor ético por antonomasia


Por último, si existe un valor ético del que hemos oído hablar más que del resto, este es, sin lugar a dudas, la libertad. Desde superproducciones como Brave Heart (Mel Gibson, 1995) a clásicos del cine como Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957) o El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962), o libros como Farenheit 451, de Ray Bradbury, que nos hablan de la libertad de los pueblos, de la libertad individual, de cómo surge y se alcanza la libertad de expresión; y de la búsqueda de la verdad o la libertad de prensa.

La libertad es esa capacidad que posee todo ser humano para poder actuar a lo largo de su vida conforme a su propia voluntad mediante una elección libre, sin condicionantes personales o externos. Sin embargo, la libertad también es una lucha constante, siempre relativa, porque las influencias que nos rodean nos limitan esta capacidad y hacen imposible que podamos hablar en términos absolutos. Quizá por esto último la libertad es, entre los valores éticos, por el que más se ha luchado, pues sin ella, es difícil que puedan desarrollarse la honestidad, la responsabilidad, la justicia o el respeto en nuestras sociedades.



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