El verano pasado tuve la oportunidad de viajar a Colombia para hacer voluntariado con Ayuda en Acción. No iba sola a mi viaje, sino que pude disfrutar de esta experiencia inolvidable junto a otros tres compañeros de trabajo de SACYR a través de un voluntariado corporativo que nuestra empresa pone en marcha junto con la ONG.
Previamente en Ayuda en Acción nos habían hablado del contexto con el que nos íbamos a encontrar, de las organizaciones con las que trabajan en el país, de las personas… Pero aun así, iban pasando los días e íbamos conociendo personas e historias que merecen la pena ser contadas.
Comenzamos visitando el Instituto Mayor Campesino, socio local de Ayuda en Acción en la zona del Cauca. Paula, de esta entidad, nos estuvo poniendo al tanto de la situación y nosotros a ellos de las motivaciones que nos habían llevado a hacer uno de los viajes más importantes de nuestras vidas.
Llevar agua potable a las comunidades: nuestro principal objetivo
Nuestro voluntariado internacional se basó en el reparto de filtros de agua para las comunidades con las que trabajamos. Cada día salíamos de nuestro alojamiento cargados de filtros, cubos y una maleta llena de ilusión. Y con todo esto comenzábamos a explicar a las familias en cada poblado cómo debían montar los filtros y cuidarlos para que el agua potable sea una realidad y las enfermedades asociadas a la mala calidad del agua, solo sea un mal recuerdo.
Y es que el acceso a agua potable y en condiciones salubres es un verdadero problema en muchos lugares de Colombia. En la vereda de Lomagorda que pertenece al corregimiento de la Foresta, conocimos a Edgar. Él fue quien nos contó que el río está contaminado de mercurio como consecuencia de los proyectos de minería ilegal existentes en la zona.
Nos preocupaba especialmente la infancia, porque los niños y niñas con quienes trabajamos tienen derecho a vivir libres de enfermedades totalmente evitables. Por eso nos volcamos con la formación en las escuelas: les hablamos de la importancia del agua potable y nos enseñan el huerto que han construido, y que sin duda es una forma de ayuda y motivación hacia los pequeños que viven en zonas rurales de Colombia.
En la Vereda de Costa Rica, otra de las zonas donde trabajamos, existen acueductos comunitarios. Es algo curioso porque la gestión y distribución del agua es claramente un problema al no tener recursos económicos ni tecnológicos para asumir estas tareas por sí solos. El agua es un derecho, pero en esta zona corren el riesgo de que la privaticen, algo que hace peligrar el acceso de la población a este recurso natural.
Cuando llegó el momento de dejar Colombia, partimos con tristeza pero también con la satisfacción de haber ayudado a muchas personas a tener acceso a agua potable, pero también por haber realizado actividades para concienciar y educar a las comunidades sobre el uso responsable del agua o sobre la importancia del saneamiento y la higiene.
Nunca olvidaré a la gente maravillosa que conocí en el voluntariado: mil abrazos, mil besos que te guardas en el corazón y en tu recuerdo para siempre. Pero también he aprendido a darme cuenta de lo importante que es tener agua potable, agua caliente o comida diaria. Sin embargo, el aprendizaje más importante durante los diez días que duró nuestro voluntariado fue que se puede vivir perfectamente con mucho menos de lo que tenemos.