“Lo que siente un padrino cuando recibe una carta es una alegría y una emoción inmensa”. Son palabras de Javier, socio de Ayuda en Acción desde sus inicios, que añade la sorpresa que implica recibir una carta en tu buzón que no sea facturas o publicidad: “cuando descubres que entre toda esa correspondencia hay una carta escrita por el niño que tienes apadrinado, te invade la emoción”.


Las cartas que les llegan a los padrinos y madrinas de los niños y niñas apadrinados recorren miles de kilómetros para llegar a su destino. Proceden de todos los rincones del mundo, lugares remotos y recónditos en los que no hay servicio de correo postal. Cuando un padrino recibe una carta, el padrino siente que detrás de ese trozo de papel manuscrito está también el trabajo de un gran equipo de personas que hace posible esa comunicación. Ayuda en Acción viene asegurando la correspondencia entre los niños y niñas y sus padrinos y madrinas desde hace más de 38 años.


Manuela nos confiesa que aprecia muchísimo recibir cartas a la antigua usanza, como las que le enviaba Roberto cuando eran novios y él hacía el servicio militar en Ceuta. “Yo sé que el niño que apadrino no me puede escribir un mensaje al teléfono, ni tampoco tiene redes sociales para subir una foto y que yo le vea. Por eso me provoca más ilusión todavía”.


Clara, por su parte, atesora en sus recuerdos lo especial que era recibir las cartas del primer niño que apadrinó. Vivía en una pequeña aldea de Etiopía. Durante 12 años, tuvo contacto con Mehadi a través de los mensajes que el pequeño le escribía. “Me encantaba recibir sus cartas y la posibilidad de escribirle. Aquel niño era para mí como un miembro más de mi familia” Clara le contaba todo lo que le pasaba en su vida diaria, incluso cuando enviudó o cuando nacieron sus nietos. Clara cuenta los logros de su niño apadrinado como los de uno más de su familia: “le vi aprender a dibujar, a escribir e incluso crecer y hacerse alto. Lo que siente un padrino cuando recibe cartas de estos niños es una alegría inmensa”.


¿Por qué siente un padrino tanta ilusión cuando recibe una carta?


A Elena se le dibuja una sonrisa en la cara cuando recuerda los días que llegaba la correspondencia y abría las cartas con sus hijas pequeñas. “Lo que siente una madrina como yo cuando recibe una carta es un sentimiento muy especial, una mezcla de alegría y ternura. Y además una gran satisfacción por saber que estás contribuyendo a mejorar la vida de ese niño, la de su familia y la de la comunidad en la que vive”. En el salón de su casa incluso tiene una foto enmarcada del niño que apadrinan en familia.


A Jose Antonio, como a Gorka, la tradición de la correspondencia escrita no le parece nada anticuada, al contrario: “la costumbre de escribirse cartas no debería perderse nunca”, dice. Cuando le preguntamos qué es lo que siente cuando recibe su carta, la primera palabra sigue siendo emoción. “Hay quien disfruta leyendo artículos de blog de viajes. Yo disfruto con las cartas que me envían los niños que tengo apadrinados. Para mí tienen un gran valor. Están escritas con su puño y letra, no es comparable a otros mensajes escritos que recibimos”, asegura.


¿Imaginas crecer sin oportunidades de futuro? Nosotros no.


En esto coincide Lorena, quien apadrinó cuando solo tenía 25 años: “tenía muy claro que cuando consiguiera mi primer trabajo, apadrinaría a un niño o una niña”, nos cuenta. Cuenta que lo que más le atraía del apadrinamiento era precisamente ese intercambio de cartas: “vivimos en una época en la que estamos acostumbrados a escribir deprisa, corriendo, con palabras abreviadas, sin pensar mucho”. Cuando escribe a su niña apadrinada, el tiempo que invierte significa mucho para ella, al igual que cuando recibe correspondencia: “recibir cartas de este tipo me permite tener muy presente que existen otras realidades, y es muy importante no olvidarnos de eso”, nos recuerda Lorena.


Esther conserva todas las cartas que ha recibido durante los 19 años que lleva apadrinando a niñas y niños a través de Ayuda en Acción: “guardo todas las cartas en mi mesita de noche y de vez en cuando las cojo y las veo de nuevo”. Para Esther, que ha pasado una época mala económicamente, dejar de apadrinar era la última de sus opciones: “la foto de la sonrisa de la niña que tengo apadrinada me sonríe todos los días desde su lugar en mi nevera”.


Para Julián, el cariño es lo que define el sentimiento de apadrinar: le gusta imaginarla escribiendo su carta, cuidando su caligrafía… “Hasta sus tachones me resultan entrañables”, asegura emocionado.


Y si lo que siente un padrino cuando recibe una carta es alegría, es ilusión, es emoción, imagina ahora lo que sienten los niños y niñas que reciben las que pueda que sean las únicas cartas que recibirán en su vida. No olvidaré nunca las tiernas palabras de Manuela –socia de Ayuda en Acción de 83 años– cuya carta entregamos personalmente en un viaje a Honduras. “Llevo tu foto siempre en mi cartera, con las de mis nietos. Me gustaría abrazarte como a ellos” le decía Manuela al pequeño Jorge Luis, de 6 años.