A veces las cosas no salen como esperamos. José Rodríguez lo sabe muy bien. La crisis humanitaria en Venezuela le empujó a iniciar un camino cuyo fin no tenía muy claro cuál sería. La actitud, el acompañamiento, la escucha… una mezcla de componentes que cambió su destino. ¡Quédate a leer para conocer su historia!
De trabajar con patrimonio a trabajar la tierra
A José Rodríguez le llaman “el veci” en la comunidad a la que llegó tras salir de su país natal, Venezuela. Allí se dedicaba a la restauración de bienes muebles e inmuebles. Tras finalizar su licenciatura, le esperaba un futuro lleno de arte, de patrimonio cultural, de trabajo con instituciones como la UNESCO. Sin embargo, la crisis en su país hizo que la migración se cruzara en su camino.
Acabó llegando a una comunidad rural en Ecuador. Y no se rindió. Su carácter amigable y sus ganas de aprender y dibujar su propio camino hicieron posible que este joven no solo iniciara una ruta inesperada, sino que contribuyera a mejorar la vida del resto de personas que convivían con él.
Cuando José llegó a la comunidad que luego sería su hogar, vio que la vida giraba en torno a la agricultura. Por eso empezó a investigar qué cultivos hacían falta, cómo era el clima, cuáles eran los tiempos para unas y otras semillas… Sus vecinos no estaban seguros de que un joven urbanita y letrado fuera a ser capaz de trabajar en el campo, pero José les demostró que la capacidad de resiliencia está por encima de todos los inconvenientes que puedan ir surgiendo, a pesar de que los inicios fueran muy duros.
Programa Integra: herramienta de inclusión
José es una de las personas que son ejemplo de éxito en el marco del programa Integra, que lanzamos a nivel regional con apoyo de la Unión Europea y que en Ecuador impulsamos con HIAS y CISP. A través del proyecto se trabajar por la integración de personas migrantes en nuevas comunidades. Es precisamente esta nueva mirada la que permite darse cuenta de detalles que para otros que nacieron en la comunidad pasan totalmente inadvertidas. Para José el secreto del éxito en la agricultura está en las mujeres: “la mujer ecuatoriana es muy fuerte, en el campo ellas trabajan la agricultura más que los hombres”, dice. Pero sigue para señalar otra de las grandes problemáticas: la violencia machista o la inequidad: “se callan muchas cosas como el maltrato, y yo cuando empecé a trabajar con ellas les animé a denunciar, a no quedarse así, a emprender porque son fuertes”.
Inclusión, más allá del lugar de origen
José, sin duda, es un migrante con fuertes inquietudes sociales. Por eso, y gracias al éxito de su emprendimiento, basado en el cultivo del ajo, ha decidido no solo fomentar la inclusión de otros como él, sino también de personas que por otros motivos están excluidas. Su deseo, dice, es que el día que abandone la comunidad para seguir su camino, en ella haya personas sanas. Por eso colabora con un grupo de personas ex alcohólicas a las que da una oportunidad laboral. “A pesar de no ser de nuestro propio país, nos ha regalado la oportunidad de sentirnos útiles”, dice uno de los participantes del grupo.
Historias como esta se repiten en cualquier rincón del mundo, porque se esté en la parte del camino que se esté, la ayuda siempre es necesaria para continuar.