Imagina que, casi de la noche a la mañana, tuvieras que dejar tu casa, tus pertenencias, incluso tu familia, para salvar tu vida. Cuesta, ¿verdad? Pues esto le sucede a más de 25 millones de personas en el mundo. Casi la mitad de ellas, 13 millones, son niños y niñas.


Más allá de las cifras y los titulares de prensa, hablamos de seres humanos, la mitad de ellos niños, que seguramente estén viviendo la situación más difícil de sus vidas. Conviene recordarlo, pues a menudo asistimos a discursos mediáticos y políticos donde se usan indistintamente palabras como “migrante”, “refugiado” o “desplazado”. Te contamos las claves para entender qué significa ser refugiado y qué no:


Un refugiado sí es…


Un refugiado es una persona que huye de conflictos armados, violencia o persecución y se ve obligada a cruzar una frontera internacional en busca de seguridad en otros países.


Los motivos de la persecución pueden ser muy diversos: persecuciones étnicas, de género, religiosas, por su orientación sexual… Se trata siempre de situaciones que ponen en peligro su vida, por lo que esta persona es reconocida internacionalmente como “refugiada” y los Estados, ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados) y otras organizaciones están obligados a prestarle asistencia, pues negarle el asilo puede traerle consecuencias mortales.


La Convención de 1951 define quién es un refugiado, cuáles son sus derechos y cómo los Estados están obligados a proteger a esta persona. El principio fundamental de esta Convención es el de “no devolución”, según el cual un refugiado nunca debe ser expulsado o devuelto a situaciones que pongan en peligro su vida o su libertad.


Un refugiado no es…



  • Un desplazado: A diferencia del refugiado, el desplazado interno no cruza fronteras internacionales en busca de seguridad y protección, sino que se queda dentro de su propio país. Lo que sí tiene en común con una persona refugiada es que a menudo también escapa de guerras, violencia o violaciones de derechos humanos.

  • Un migrante: La principal diferencia con un refugiado es que el migrante no huye de ninguna amenaza a su vida o su seguridad, sino que decide voluntariamente abandonar sus casas porque busca una vida mejor: un mejor trabajo, una mejor educación, estar más cerca de sus familiares… Hay tantas realidades como personas migrantes. A diferencia de un refugiado, quien no puede volver a su país de forma segura, la persona migrante sigue recibiendo la protección de su gobierno.


Desde Ayuda en Acción prestamos apoyo en varios campamentos de refugiados de Etiopía y Uganda, dos de los principales países africanos que están dando respuesta a la movilidad humana en el continente. Nuestro objetivo en estos asentamientos es mejorar el bienestar psicosocial de sus habitantes para ayudarlos, entre otros fines, a superar los traumas vividos en sus países de origen y sobrellevar la dura vida en los campamentos.