Muchas ONG han definido la vida de los niños refugiados como una huida sin mirar atrás: es difícil tan siquiera imaginar qué deben sentir más de un millón de niños y jóvenes que, desde 2011, escapan de la guerra de Siria huyendo de la violencia y de un país en el que no ven futuro.


Escapar casi siempre significa correr lejos del que fue tu hogar, sin saber si alguna vez volverás a ver tu casa, tus calles, a las personas que también vivían allí: familiares, amigos, vecinos; escapar significa coger algo que te recuerde todo lo que dejas atrás —una pulsera, unos pantalones, una muñeca, un libro— y huir lejos, hacia otra ciudad, hacia otro país o continente.


Todo ello es aún más complicado cuando estos recuerdos son aquellos que perviven en la infancia, como les ha ocurrido a millones de niños refugiados que sufren una doble condena: han sido expulsados de su hogar y viajan solos por el mundo; son niños y son refugiados de los rohingya, del conflicto sirio, de la guerra del Yemen o de las revueltas de Kasai, en la República Democrática del Congo, y también de Sudán del Sur. Los cinco grandes conflictos que han supuesto miles y miles de desplazamientos internos y externos solo en 2018.


¿Pero cómo viven los niños refugiados? Por desgracia, parte del horror que dejan atrás los acompaña tras cada paso en busca de un nuevo hogar. Hoy, vamos a ver cómo es la vida de los niños refugiados en el siglo XXI.


El duro invierno en una tienda de campaña


La mayoría de los niños refugiados que han escapado de Siria, Palestina o el Líbano viven en campos de refugiados de países vecinos, como Irak o Jordania; el día a día de una infancia buscando refugio es sinónimo de infraestructuras pobres, de dormir hacinados en tiendas de campaña, sin protección para el frío, agradeciendo la ropa de abrigo que las ONG y el resto de aliados a terreno pueden ofrecer durante los fríos inviernos en Oriente Medio, en campos como los de Za’atari y Azraq, en Jordania.


Con suerte, los niños refugiados encuentran espacios masificados como los anteriores, donde tienen acceso a agua potable y educación, mientras se calcula que, en 2018, todavía quedan 82 millones de personas desplazadas y 48 millones de niños, uno de los colectivos más vulnerables que ejemplifica los graves problemas presentes y futuros de una infancia en riesgo.


Ni lo más básico


Los niños refugiados viven sin ropa ni útiles para la higiene básica, un problema que se maximiza en espacios donde se acumulan grandes grupos de personas en espacios sobreocupados. Esta realidad alcanza incluso a Europa, como se ha podido comprobar este mismo año en Lesbos, Grecia: se trata de una tragedia de proporciones gigantescas.



¡Emergencia! Hay 70 millones de personas desplazadas de forma forzosa en el mundo a causa de sequías, desastres, hambre...



Ausencia de programas educativos


Por si no fuera suficiente dejar atrás tu hogar, seis de cada diez niños no van al colegio desde hace más de dos años en campamentos de refugiados serbios y griegos. En Oriente Medio, las cifras no son mejores.


Las carencias generan aún más vulnerabilidad


La falta total de recursos ha supuesto un aumento en los casos de explotación infantil; una realidad en sí misma: los niños refugiados son uno de los colectivos con alto riesgo de caer en redes de abuso y trata de personas; los estados deben todavía recorrer un largo camino para asegurar la protección en la infancia.

Esto se debe, principalmente, a tres razones:

• La falta de entradas legales y seguras para niños migrantes irregulares en otros países y su caída en redes de trata de personas.

• La discriminación y el racismo social y legal que ha endurecido las leyes en muchas naciones de Europa.

• El solitario viaje de los menores: 1 de cada 4 niños refugiados no vive ni viaja con sus padres, incrementando enormemente la vulnerabilidad de su situación.


La enfermedad de aquellos sin esperanza


Sin embargo, muchos voluntarios y ONG afirman que la xenofobia, la incertidumbre y la pérdida de las expectativas son el germen de muchos problemas de salud mental en los más pequeños: ansiedad, pánico, depresión; ¿qué hay más desolador que un niño sin futuro?


Cambiar el presente de los niños refugiados


Desde 2014, las solicitudes de niños no acompañados que llegan a Europa se han quintuplicado: de las 23.150 de 2014 a las 96.465 de 2015 y las 53.945 en 2016. Pero esta realidad que llega desde Afganistán, Siria, Eritrea, Irak o Somalia, entre otros países, no puede borrar todo el trabajo que personas como tú y ONG como Ayuda en Acción están llevando a cabo para cambiar el presente y el futuro de la vida de los niños y niñas refugiados.


Y se está haciendo así:


1. Apoyando a madres y familias para mejorar el bienestar y su salud.


2. Defendiendo y priorizando el Derecho internacional humanitario y de los derechos de los niños en los países con campos de refugiados: creamos un contexto donde se antepongan a los niños, como colectivos de riesgo, y se plantee un presente donde la educación y la atención psicosocial para prevenir el estrés y la ansiedad sean una realidad.


3. Realizando campañas a terreno en los países de origen con el fin de prevenir aquellos desplazamientos de población que se siguen produciendo por razones de pobreza, violencia o falta de oportunidades.


Como ves, los miles de niños y niñas que huyen de la pobreza, el hambre, la trata de personas o las guerras siguen contándose por millones. Hoy tenemos mejores respuestas para estos grandes problemas, pero debemos seguir trabajando para conseguir que los niños refugiados alcancen los mismos derechos y las mismas vidas que cualquier otro niño. Con tu ayuda, será una realidad.