El 23 de octubre de 2018 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el órgano principal y autónomo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) encargado de la promoción y protección de los derechos humanos en el continente americano, difundió un comunicado en el que declaraba su “preocupación (por) pronunciamientos de autoridades estadounidenses categorizando a la caravana como una amenaza a la soberanía y la seguridad nacional y afirmando que este movimiento de migrantes y solicitantes de asilo incluye a muchos criminales”. Se refería, como podéis imaginar, a la caravana de migrantes (principalmente hondureños) que se dirigen hacia Estados Unidos en busca de una vida mejor, o simplemente, en busca de una opción de vida digna.
La Comisión alertaba sobre el “lenguaje estigmatizante, criminalizador y de acusaciones sin fundamento en referencia a la personas migrantes y solicitantes de asilo, el cual puede fomentar actitudes xenófobas.
El 16 de noviembre es el Día Internacional para la Tolerancia, y en un día como este conviene reflexionar sobre este tipo de declaraciones que, desgraciadamente, no son casos aislados. Son declaraciones que criminalizan las migraciones forzadas (como es la #CaravanaMigrante) y resultan especialmente peligrosas por diferentes motivos, que analizamos a continuación.
Primero, porque no están basadas en fundamentos y sí en opiniones. Opinar que en un grupo numeroso de gente hay “muchos criminales” es destacar la parte por el todo, destacando aquello que más miedo puede dar. Tomando el ejemplo de las declaraciones sobre la #CaravanaMigrante, la realidad es que la inmensa mayoría de las casi 10.000 personas que viajan en ella son gente que huye precisamente (y entre otros factores como el hambre) de la violencia de las maras y la imposibilidad de sus estados de ofrecerles protección y un contexto viable de vida. Es la misma acusación que se hace de los refugiados que llegan a Europa desde Oriente Medio: quienes justifican el cierre de fronteras aducen la posibilidad de que en este colectivo haya terroristas. No se usan datos, sino que se instrumentaliza el miedo con un fin político.
Segundo, por la autoridad del emisor. Cuando estas declaraciones vienen de parte de líderes políticos o de opinión -incluso de Gobiernos- estas se convierten en verdad para muchas personas. La repetición de un mensaje hace que este se convierta en un dato, es lo que ahora llaman la “postverdad”, palabra que según el diccionario de Oxford, alude a “circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
Tercero, porque estas opiniones que cargan exclusivamente sobre un aspecto negativo de diversos colectivos son achacables a cualquier grupo humano. Frases como “muchos emigrantes son delincuentes”, “muchas denuncias por violencia machista son falsas” acaban generando los llamados discursos de odio, que en el peor de los casos se convierten en delitos de odio.
Los discursos de odio son aquellos que propagan, incitan o promueven el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo u otras formas de odio basadas en la intolerancia con cualquier grupo o colectivo y que se expresan a través de la discriminación y la abierta hostilidad contra estos. Por su parte, los delitos de odio van más allá: injurias, amenazas, vejaciones o tratos degradantes tipificados como antisemitas, racistas o sexistas, entre otros.
El esfuerzo de la tolerancia para luchar contra los discursos de odio
Es cierto que la vida no es fácil, por eso muchas veces solemos refugiarnos en aquellas cosas sencillas que nos hagan reflexionar poco, que no nos muevan el suelo que pisamos. Es más sencillo convivir con personas que piensan como nosotros, que comparten nuestra cultura, nuestro idioma… hasta con quienes son de nuestro mismo equipo de fútbol. Nos desenvolvemos bien en estos espacios de coincidencia porque nos amparamos en los sobrentendidos, las rutinas, las tradiciones, la historia… El problema llega cuando tenemos que relacionarnos con personas con las que no compartimos algunos de estos factores, porque esto nos exige el esfuerzo de la tolerancia.
La tolerancia es el respeto a las ideas, creencias, prácticas, estilos u opciones de vida diferentes o contrarias a las propias. Nos exige un esfuerzo de empatía con el otro, un reconocimiento de que “nuestras verdades” no son absolutas y de que hay otras formas de vivir la vida y entender el mundo. Aprovechemos estas diferencias para destacar el talento y las energías de cada persona, siempre desde el respeto a los Derechos Humanos.
Fomentar la tolerancia es parte de nuestro trabajo de sensibilización
No hay mayor aliado para la intolerancia que la ignorancia y el miedo a lo desconocido. Desde Ayuda en Acción lo sabemos bien, y por ello nos parece fundamental fomentar la tolerancia en todas nuestras comunicaciones. Tenemos el objetivo de que padrinos, madrinas, socios/as y la comunidad educativa conozcan a las personas a quienes ayudan con su colaboración. Intentamos que conozcan el contexto en el que viven, la cultura que tienen, sus motivaciones y aspiraciones. Solo así es posible que cada persona se ponga en el lugar del otro y que al final, sean conscientes que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.