La región de Afar, al noreste de Etiopía, cuenta con una población estimada de casi 1,9 millones de personas y una media de edad muy joven. Colinda con la zona sur de Tigray, que aún sufre las consecuencias del conflicto.
La situación humanitaria se ha visto agravada por los efectos de la crisis climática como la desertificación y por el conflicto armado en Tigray, extendido a las regiones vecinas de Amhara y Afar. Los distritos de Gulina y Yallo, permanecieron bajo la ocupación de las fuerzas del TPLF durante meses y fueron víctimas de la violencia armada. Como resultado, las comunidades afectadas sufrieron pérdidas de vidas humanas, graves daños y pérdidas en sus hogares, propiedades, estructuras comunitarias, medios de subsistencia y servicios sociales, incluidos los de salud y educación. Los mayores perjudicados fueron los niños/as y las mujeres, exponiendo sus vulnerabilidades y riesgos a problemas de protección, incluida la violencia basada en género (VBG).
El conflicto finalizó oficialmente en diciembre de 2022, con lo que desplazados internos regresaron a sus zonas de origen. Sin embargo, están experimentando dificultades debido a la falta de servicios básicos, la carencia de fuentes de sustento, la destrucción de infraestructuras vitales y la escasez de ayuda humanitaria.
El conflicto afectó gravemente a los servicios sociales existentes, incluida la educación. El sistema educativo etíope ya es uno de los más bajos en términos de acceso, retención/transición, equidad, inclusión y calidad, según datos de UNICEF. Debido a la crisis de emergencia, 3,6 millones de niños/as están sin escolarizar. Este abandono puede aumentar debido a las crisis alimentarias. En Afar, 400 escuelas (33 % de la región), han sufrido daños graves (60 %) o parciales. Más de 9 000 escuelas necesitan rehabilitación, como las letrinas con distinción de género, accesibles para niños con diversidades funcionales o con acceso a agua potable.