El gran reto y problema estructural de España es el desempleo juvenil. Nuestro país siempre ha encabezado las listas de los países con mayor paro joven de toda Europa, superando con creces la media europea. El impacto del desempleo juvenil a largo plazo tiene múltiples implicaciones económicas (pérdida de productividad, pérdida de nuevo talento nacional y extranjero) y sociales que erosionan la cohesión y estabilidad social. Estas elevadas tasas dificultan la emancipación de los jóvenes alargando la edad en la que se independizan, se genera una mayor dependencia social y económica de los jóvenes respecto a sus familias, lo que provoca efectos negativos emocionales y también incidiendo sobre las tasas de natalidad y fertilidad provocando efectos socioeconómicos negativos a largo plazo como el envejecimiento poblacional.
Además, se debe tener en cuenta que la significativa tasa de abandono escolar temprano dificulta la integración de los jóvenes en el mercado laboral y su participación en la sociedad en general. Consecuentemente, la magnitud de jóvenes que ni estudia ni trabaja, ni recibe formación es elevado, por lo que también, estos bajos niveles de educación incrementan la probabilidad de sufrir pobreza y exclusión social.
Por ello, actualmente en el contexto social, el trabajo es uno de los mecanismos para acceder a la participación de todas las esferas de nuestra sociedad. Si bien, no es un factor decisivo que determina la inclusión social sí es el principio de un proceso de integración y un camino para la reducción de pobreza. Además, no solo contribuye a la mejora de la situación socioeconómica sino también a la mejora respecto a la situación anímica y personal de la persona, ya que un empleo digno aporta mayor seguridad, autoestima, desarrollo profesional y personal y una visión optimista de las oportunidades a futuro.
Fomentar la cultura emprendedora y la empleabilidad en jóvenes, especialmente vulnerables, es importante para promover su autonomía y superación en la vida. Los beneficios de esta práctica son múltiples: desarrollan la creatividad, la asertividad, la confianza y el pensamiento positivo. Además, mejoran la capacidad para resolver conflictos y tomar decisiones. El acceso a este tipo de contenidos promueve en ellos la generación de cambio, proposición y potenciación de sus ideas y les permite ser y sentirse escuchados, luchar por sus sueños y competir, de manera sana, por ser mejores personas, mejores estudiantes y, por supuesto, mejores profesionales.
El creciente interés que se ha generado con respecto al fomento de la actitud emprendedora responde a una necesidad real de nuestra sociedad y está vinculado al desarrollo en el ámbito personal y laboral. Se busca impulsar la generación de ideas ante situaciones distintas, la capacidad de ser propositivos y asumir riesgos; esforzarse por lograr metas, responsabilizarse de sus actos y ser conscientes del impacto que tienen en su entorno, así como conocerse mejor a sí mismos y a su contexto. La capacidad de crear iniciativas y llevarlas a la práctica no solo beneficia a los jóvenes, sino que también ayuda a crear una sociedad más emprendedora e innovadora.