Paraguay se enfrenta al gran reto social de acabar con el criadazgo: el trabajo infantil doméstico no remunerado, que afecta principalmente a niñas. Todavía hoy es aceptado culturalmente en el país e invisibilizado social y jurídicamente. Es una práctica por la cual un menor convive con una familia que no es la suya a cambio de techo, educación y comida. Sin embargo, la relación deriva en una grave vulneración de los derechos humanos en la que se superpone el trabajo infantil doméstico, la violencia sexual y la trata con fines de explotación sexual y laboral. El criadazgo está considerado una forma contemporánea de esclavitud.
Antes del impacto de la COVID-19, la pobreza rural había disminuido en los últimos años en Paraguay. Aun así, la población campesina debía enfrentar varios retos importantes de cara a tener una producción sostenible que fuera más allá de la subsistencia. Es necesario realizar acciones encaminadas a:
- hacer frente al cambio climático, que condiciona la productividad y, en ocasiones, la viabilidad de la cosecha;
- orientar la producción a un mercado local, nacional e internacional;
- generar un entorno favorable a la creación de cadenas de valor.
Sin embargo, en el nuevo contexto pandémico y postpandémico, las poblaciones –ya de por sí en una situación de alto riesgo– están cayendo en niveles más profundos y severos de pobreza. Asimismo, los efectos del agotamiento de los recursos naturales también condicionan la vida campesina.