Pensemos por un momento en la palabra "educación", añádele ahora "igualdad de oportunidades": la igualdad de oportunidades en la educación. ¿Ciencia ficción o realidad? Aunque parezca increíble, la educación, a pesar de ser un derecho recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se ha convertido en un privilegio para solo una parte de la ciudadanía.
Sin embargo, si la educación se considera un derecho fundamental recogido a lo largo de los años en leyes, pactos internacionales e, incluso, en la Agenda de 2030, por qué no es una llave para las oportunidades y el desarrollo personal. Multitud de preguntas y análisis se amontonan: ¿hay una cobertura eficiente?, ¿existe una educación para la igualdad de oportunidades en infantil?, ¿hay barreras económicas que impiden el acceso?, ¿fracaso, repetición, abandono escolar?, ¿dónde se quedó la calidad educativa?, ¿y la educación para la igualdad de oportunidades de ambos sexos?
El derecho a la igualdad de oportunidades: una educación de calidad
La realidad es compleja e, incluso, irónica. El derecho a una educación de calidad se ha reconocido como el ODS necesario para que sea posible cumplir los otros 16 recogidos en la Agenda 2030. Se trata de un derecho habilitador de otros derechos, el acertijo hacia el fin de la pobreza y el túnel hacia la igualdad de oportunidades.
Pero los datos no mienten: alrededor de 258 millones de niños, niñas y adolescentes no han tenido acceso al derecho humano a la educación y 750 personas adultas siguen siendo analfabetas. Datos desgarradores, pero al menos las personas que han tenido acceso han podido tener oportunidades, ¿no? Los números vuelven a dar una respuesta contundente: solo un 25% del alumnado de secundaria de los países en desarrollo termina la escuela con conocimientos básicos. Un 60% de la infancia no ha adquirido todavía, tras varios años de clases, las competencias básicas en lectoescritura y aritmética.
Hablar del derecho a la educación significa hablar del derecho a la igualdad de oportunidades. ¿Educar o enseñar? La educación solo tiene sentido si sirve para que las personas puedan desarrollarse y alcanzar mayores y mejores oportunidades.
Entre la educación y las oportunidades: la barrera en el acceso y la permanencia
Algo tenemos claro: la casa no se empieza por el tejado. Lo primero es lo primero: asegurar el derecho a la educación. Para ello, es imprescindible analizar las barreras en el acceso y la permanencia en el sistema educativo, desde una cobertura deficiente hasta las barreras económicas y el abandono escolar.
- Una cobertura deficiente, desde la infraestructura educativa más básica hasta la incorporación de las herramientas digitales que permitan la educación a distancia. En no pocas ocasiones, una de las barreras más importantes es el insuficiente número de centros escolares, docentes o materiales básicos. ¿Cómo podemos asegurar la igualdad de oportunidades en la educación sin mesas, sin calefacción, escuelas al aire libre o la desatención de las escuelas rurales? Es imprescindible abordar todas estas cuestiones y sumar una nueva: el equipamiento digital. La brecha digital supone actualmente un obstáculo más para acceder plenamente al derecho a la educación.
- Barreras económicas: el coste de la igualdad de oportunidades en la educación. La pobreza es uno de los factores más excluyentes y una de las principales barreras de millones de personas para acceder y permanecer en los sistemas educativos. Hasta aquellos sistemas que se definen como gratuitos y obligatorios conllevan costes indirectos (el transporte escolar, el coste de los libros, el material escolar…). Como consecuencia, muchas familias no pueden afrontar el coste de oportunidad que tiene la educación para sus hijos e hijas, ya que en la dicotomía entre el beneficio que se obtiene en invertir en educación frente a la necesidad inmediata de suplir necesidades básicas como comer, suele primar lo segundo.
- Fracaso, repetición y abandono escolar. La baja calidad de la enseñanza no asegura salidas laborales dignas, la pobreza, la ausencia de recursos suficientes para apoyar al alumnado con mayores dificultades son invitaciones para que muchos niños, niñas y jóvenes se desmotiven y terminen abandonando los estudios, eliminando toda posibilidad de que la educación se convierta en puerta a la igualdad de oportunidades.
Una educación de calidad para una igualdad de oportunidades
Como vemos, en la educación, la calidad se vuelve esencial, especialmente para aquellos que se encuentran en la encrucijada de la pobreza. Para garantizar la igualdad de oportunidades, se requiere una educación que trascienda las competencias básicas y abrace conocimientos actualizados. Sin embargo, nos enfrentamos a desafíos cruciales.
La formación y motivación insuficientes de los docentes, junto con la falta de inversión en el sector, generan rotación constante, afectando a la calidad educativa. La gestión educativa también encuentra obstáculos en la búsqueda de propuestas adecuadas, mientras que el diseño curricular carece de la adaptabilidad necesaria para abordar los retos actuales, como los desafíos medioambientales, de desigualdades y económicos.
Educar para la igualdad
La desigualdad de género también está presente, tanto que no solo afecta a las niñas y jóvenes alumnas, sino también a las docentes, gestoras y a las madres.
En el camino hacia la igualdad de oportunidades a través de la educación, las niñas y jóvenes se enfrentan a obstáculos significativos, desde normas culturales que les niegan la prioridad educativa hasta matrimonios precoces y riesgos en los caminos escolares. Las pesadas tareas domésticas, una carga principalmente femenina, se convierten en una travesía adicional, limitando su tiempo de ocio en comparación con sus pares masculinos.
Ahora, la pregunta del millón: si la educación es la llave a la igualdad de oportunidades, ¿están los sistemas educativos atajando la brecha de género? Lamentablemente no tenemos respuestas positivas. Muchos sistemas educativos no han cambiado sus planes de estudio, ni han formado a docentes en materia de sensibilización a las desigualdades de género. Cómo vamos entonces a transformar las actitudes sociales que se perpetúan entre niñas y jóvenes y, sobre todo, cómo vamos a conseguir que la educación asegure la igualdad de oportunidades.
Muchas preguntas, muchos desafíos y muchos datos que alumbran una desoladora realidad. La solución: ponernos manos a la obra. La educación debería ser la llave fundamental para asegurar la igualdad de oportunidades.